lunes, 21 de mayo de 2012

¿Y usted quién se cree?


¿Usted quién se cree?
Mauricio García Villegas

En la madrugada del domingo pasado, en las calles de Barranquilla, la policía detuvo el senador Eduardo Merlano.
El hecho fue filmado y en el video se observa cómo el senador se niega a practicarse una prueba de alcoholemia que la policía le exige. “¿Cómo me van a tratar ustedes así?”, les dice Merlano a los policías. “Yo soy senador de la República y saqué 50 mil votos; 50 mil personas votaron por mí ¿y ustedes me van a faltar al respeto? Por Dios, ¿eso qué es?”. Y para rematar, Merlano finaliza con esta perla: “es que ustedes no conocen realmente lo que es el sector público”. Arrinconados, los policías terminan implorándole que se haga la prueba: “colabórenos, senador”, le dice un agente. Pero éste no hace caso y, como dice el cuento, orondo se va.
Escenas como esta, en donde un poderoso se burla de la policía, se han vuelto familiares para los colombianos. En realidad, siempre lo han sido, desde los tiempos inmemoriales de la colonia. La única diferencia es que ahora muchos de esos hechos se filman. ¿Recuerdan al concejal de Bogotá Álvaro Caicedo cuando invadió el carril de Transmilenio con el argumento de que estaba de afán y tenía gripa?, ¿o al célebre “padre Chucho”, que hizo todo lo posible por evadir una requisa policial con el argumento de que tenía que imponerle los santos óleos a un enfermo?
Dos siglos de independencia republicana (y de cháchara sobre la igualdad de los ciudadanos ante la ley) no han sido suficientes para acabar con una sociedad colonial y jerarquizada, en donde las personas valen por la posición social que ocupan, no por ser personas. No es que los poderosos (o buena parte de ellos) nieguen la existencia de las leyes. No, las leyes existen, sólo que ellos creen estar por fuera de su radio de aplicación, es decir, creen que tienen un fuero, un privilegio, tal como sucedía en la sociedad colonial. El ideal de un congresista como el señor Merlano es tener un fuero total, es decir, una ley personal (con copia en el bolsillo) que diga lo siguiente: el senador fulano de tal está autorizado para hacer lo que se le dé la real gana. No sé si no lo hacen por pudor o porque simplemente no necesitan de esa ley, dado que, de hecho, ya la aplican.
En Colombia no sólo la igualdad está mal repartida; también lo está la libertad. Aquí, mientras más poderoso es alguien, más fueros tiene, es decir, más autorizaciones para no obedecer. A medida que se desciende en la escala social, en cambio, la gente va perdiendo privilegios y ganando obligaciones. Como en la colonia, la obediencia a la ley es inversamente proporcional a la jerarquía social. En este país la gente quiere ascender socialmente, no tanto para obtener dinero y confort, sino para que nadie lo mande y poder mandar.
Hay dos tipos de sociedades, decía el antropólogo Roberto Da Matta: aquella en donde predomina la expresión ¿Sabe usted quién soy yo?, y aquella en donde reina la frase ¿Usted quién se cree? La primera es la nuestra; una sociedad en donde lo que vale es el estatus social. La segunda es una sociedad igualitaria, en dónde todos se someten a la ley; quien intenta salirse de esa regla lo interpelan con un ¿y usted quién se cree?
Cuando Merlano se niega a obedecer a los policías (sí, a los policías), a éstos no se les ocurre reaccionar diciendo ¿y usted quién se cree?; al contrario, dicen por favor, senador, colabórenos. Y me temo que, ante el evidente desacato a la autoridad protagonizado por Merlano, las demás autoridades (empezando por la Procuraduría) harán lo mismo.

En el reino de la Jagua


En el reino de la Jagua
Cristian Valencia
El Espectador- Mayo 21 de 2012
En el año 96 deportaron de Venezuela a 49 familias campesinas. El gobierno de entonces, por intermedio del Incora (de entonces también), las ubicó en la finca El Prado, de La Jagua de Ibirico. Todas las familias quedaron con tierra y todo iba bien. Como las familias deportadas venían de tierra templada comenzaron a aburrirse de la tierra caliente y, obvio, a vender. Los campesinos que compraron, aparte de la tierra, compraron los años de posesión. Hasta aquí es un cuento feliz, con colorín colorado.
Tenemos, pues, a 49 familias campesinas que viven de sus tierras. Cuarenta y nueve familias campesinas con tierra son un verdadero milagro hoy en día. Con el tiempo comenzó la explotación de carbón en la zona, y aquella tierra de poco valor se disparó en precios. Y llegaron los paramilitares durante los años 2003-2004 a acusar a todo el mundo de guerrillero. Pese a tanta presión, la tierra continuó siendo de los parceleros; el Incoder (sucesor del Incora) así lo ratificaba. Todavía es un cuento feliz.
Hacia el año 2008, Prodeco, empresa dedicada a la extracción del carbón en la zona, necesitó de las tierras de los parceleros y comenzó una negociación con todas las de la ley. Los parceleros consiguieron un abogado, uno que les advirtió de sus derechos y del enorme valor de esas tierras. El abogado fue a negociar con Prodeco y regresó donde los parceleros con la siguiente noticia: ustedes no son dueños de nada aquí. Les dijo que lo mejor era que vendieran la posesión y las mejoras, y que el Incoder les daría una tierra de iguales características en otra zona y, además, un subsidio por ser beneficiarios de reforma agraria. Cada 'posesión' fue vendida por 71 millones, de los cuales 11 iban a las arcas del abogado. Sólo un parcelero, el No. 36, le revocó el poder al abogado, porque no le pareció justa la propuesta. Los demás se fueron felices, pero, al cabo de un tiempo, tuvieron que volver: al parecer no hubo tierra de iguales características ni subsidio alguno para ellos. Allí están, otra vez, en sus parcelas y en vilo.
El parcelero 36 no quería vender, pero se vio obligado a ello. En enero del 2009, algunos hombres sin identificar lo amenazaron. Dice que no sabe quiénes eran ni quién los mandó, pero, al recordar los oscuros tiempos del 2003 y el 2004, decidió irse. Negoció directamente con Prodeco y le pagaron 97 millones. Después descubrió una carta de compraventa de su parcela del Incoder a Prodeco por más de 400 millones. El parcelero 36 decidió retomar su 'posesión' en enero de este año, pese a haberla vendido: lo único que quiere es claridad.
Todos los parceleros de El Prado están insatisfechos con ese negocio. Prodeco tiene que estar insatisfecho con ese negocio: pagó más de 3.500 millones de pesos y no tiene nada. Y el Incoder tendría que responder ante los parceleros y ante el Gobierno Nacional por ese negocio.
Quisiera saber cómo es el cuento. Cuando les entregan tierra a unos campesinos, ¿esa tierra es de ellos o es del Incoder? ¿Lo que entregan es apenas la posesión? Si es así, cuál es la alharaca con devolución de tierras, reubicación de campesinos y un nuevo futuro de verdad para el campesinado nacional. O esa entrega de tierra tiene su otro sí en letra menuda. Uno que dice, por ejemplo, en caso de encontrar carbón, oro, petróleo o..., dejarán de ser propietarios y adquirirán estatus de ocupantes.
Creo que el Gobierno Nacional tendría que meter mano en ese proceso porque algo huele a podrido en el reino de La Jagua. Los funcionarios del Incoder de ese entonces, 2008 y 2009, no fueron muy transparentes en la negociación. Y esa falta de transparencia tiene en vilo a la región.
Mañana martes, a las ocho de la mañana, el parcelero 36 será desalojado. Y el problema seguirá hasta que el Gobierno aclare para todos. Porque este cuento ya no es feliz para nadie.

El planeta de los loros


El planeta de los loros
Heriberto Fiorillo
El Espectador – mayo 21 de 2012
Hace años rechazamos el comunismo porque, entre otras calamidades, amenazaba con uniformarnos. Estábamos convencidos de que los humanos no éramos iguales sino distintos y que nos identificábamos más por nuestras diferencias que por nuestras similitudes.
Pero ahora los monopolios del capitalismo atentan contra la diversidad biológica y cultural del planeta.
Un tratado de libre comercio no supone solo un intercambio de mercancías, ni un acuerdo de competencias por los mercados y los recursos. También implica un toma y dame de carácter cultural, de formas de ser y de hacer, de perspectivas de vida.
Cada comunidad aprende de la otra. De su conocimiento y su concepción del mundo. La más fuerte deja casi siempre una huella mayor, y la más débil deberá protegerse. En Barranquilla, por ejemplo, los conglomerados norteamericanos tienen ya la mitad del mercado conquistado. Desde hace tiempo, buena parte de los nombres de edificios y almacenes son en inglés, porque la élite de la ciudad ha contemplado siempre a Miami como su gran paradigma urbano.
En la globalización (¿o bobalización?), la gente de todas partes se viste de la misma forma, come las mismas cosas, ve los mismos programas de TV, las mismas películas y escucha las mismas canciones.
El siglo XXI es el de las comunicaciones porque buena parte de la rebatiña es por ellas. De acuerdo con cifras del 2010, solo seis grandes consorcios mediáticos (General Electric, Disney, News Corp., Viacom, Time Warner y CBS) y 232 ejecutivos suyos controlan el 90 por ciento de todo lo que se ve y escucha en los Estados Unidos.
En 1983, ese mismo 90 por ciento de las comunicaciones era controlado por 50 compañías. Hoy, GE es dueña de Comcast, NBC, Universal Pictures, Focus Features. La NBC controla una de cada 5 horas de televisión y tiene el monopolio de 11 grandes mercados norteamericanos, como los de Nueva York y Chicago.
La News Corp manda en Fox, Wall Street Journal, New York Post y es dueña de los periódicos más leídos en tres continentes: el Wall Street Journal, el Sun y The Australian. De Disney es Abc, Espn, Pixar, Miramar, Marvel Studios. Viacom tiene a MTV, Nick Jr, Bet, CMT, Paramount Pictures. Y así...
El modelo oligopólico de información es reproducido hoy en buena parte del mundo. Cada vez son menos las empresas que controlan las comunicaciones masivas, influyen en la llamada psique colectiva y están casi siempre vinculadas todas, de manera indisoluble, a los poderes de turno.
En contradicción con la rica biodiversidad del planeta, esa información pasteurizada invade nuestro espacio público y privado, trastorna nuestra cultura y se convierte en una especie de medio ambiente, una ola masiva que se siembra en nuestras mentes, reprogramando conductas y formas de vivir. Eso uniforma los gustos y las preferencias de muchas personas en el mundo. Y como dijera Jean Baudrillard: "El infierno es la repetición de lo mismo".
Los monopolios andan sueltos y el Estado ha adoptado su psiquis. Como el doctor Jekyll y el señor Hyde, cada senador es también un empresario privado. La Comisión Federal de Comunicaciones norteamericana (FCC) resulta de dudosa validez como organismo regulador a favor del pluralismo. En 1995, La FCC prohibía que una compañía controlase más de 40 estaciones de radio. Hoy, Clear Channel posee 1.200.
Grave es que todos los medios del mundo tiendan a tener la misma perspectiva, diciendo lo mismo. Grave que los Estados faciliten y protejan a los oligopolios. Y muy grave que los receptores del planeta acepten tanta información homogeneizada, la adquieran sin chistar y la repitan como loros.


De lenguas malditas


De lenguas malditas
Natalia Springer
"Nos va a tocar pisarnos", exige una voz afanada. "No, fresco, marica, que eso no es con nosotros", le responde su interlocutor. De principio a fin, la grabación, obtenida bajo el amparo de orden judicial en el marco de una investigación en manos de la justicia, es fácil identificar el estilo mafioso: el tono, el lenguaje, la actitud desafiante, la conciencia ilegal. Pero no se trata de una conversación entre narcotraficantes, sino entre servidores públicos, funcionarios destinados a la administración de impuestos. Discuten en una lengua soterrada, cínica, maldita, esa lengua mafiosa y caliente que heredamos del narcotráfico y que se instaló en nuestra cotidianidad como respaldo de cada transacción. Es, de por sí, un intercambio que desprecia la vida y aborrece al íntegro, que alaba al predador y arrasa con la solidaridad social. Todo lo tuerce, todo lo manipula. Es la lengua en la que la oportunidad pasa por encima del otro, en la que el jodido es 'inteligente', el avivato que se vale de su influencia sobre el poder es un 'emprendedor brillante', en la que el trepador es 'un promisorio empresario', el culebrero es un 'orador elocuente' y el que insulta es un 'frentero'.
Se trata de una lengua que nos instaló una ética particular, una forma de ver la vida, de educar a los hijos, una moral podrida. Es la que enseña que 'el vivo vive del bobo', que es mejor que 'coma callao', que 'no se deje, papito'. Es la tradición de la 'malicia indígena', de la 'papaya puesta', de 'el fin justifica los medios'. Es la lengua que legaliza la pena de muerte y la recompensa, que socializa la culpa argumentando que 'la corrupción viene desde siempre' y 'esos todos roban igual' e, incluso, la eleva a condición biológica: 'la corrupción es inherente a la naturaleza humana'.
Para prevalecer, arrasa con las instituciones y eleva hasta la fascinación la personalidad del mafioso. Es, por demás, una alabanza a la injusticia y a la impunidad, y que, como decía antes, socializa la culpa y la convierte en hábito porque 'el que tiene plata marranea' y 'la justicia es para los de ruana', además del 'hecha la ley, hecha la trampa', y que entiende que la solución está en 'devolver la corrupción a sus justas proporciones', 'que robe pero que haga' y en guardar silencio, claro, porque el deshonor está no en robar sino en denunciar, en oponerse, en preguntar, porque 'es mejor no meterse con ese man'.
Quién no ha escuchado del famoso 'CVY' ('Cómo voy yo'), 'si me pide factura me toca cobrarle más', 'lo malo de las roscas es no estar en ellas', '¿quiere del parte caro o del barato?', 'fresco, come usted, como yo y todos contentos', 'úntele la mano', 'yo tengo un amigo que nos ayuda', 'cómo haríamos', 'arreglemos', 'yo le ayudo pero se manifiesta', 'miguelito también come', 'deme siquiera para los dulces', 'yo le doy para la gaseosa', 'ayudémonos', 'todo se arregla con plata', 'por la plata baila el perro' y, por supuesto, '¿es que mi plata no vale?'.
Se impone, sobre todo, a través de la intimidación blanda, del matoneo chistosito, de la grosería, del tonito, de esa indignación en vibrato forte que tanto sirve para eludir las respuestas. Aquí se tiene por costumbre el 'no se meta en lo que no le importa', 'eso nadie se da cuenta', 'aproveche y gane antes de que lo saquen', 'tranquilo, que no le están robando a usted', 'póngase de sapo y verá', 'usted se está buscando una muerte estúpida', 'calladito por su bien'. Es una lengua que se sirve de Dios. Que encomienda una 'vuelta', que 'bendice un cargamento'.
No erradicaremos esta cultura mafiosa sin la decisión común e innegociable de renunciar a sus beneficios, denunciar el mal y llamarlo por su nombre.

martes, 15 de mayo de 2012

TLC, planta carnivora

El TLC, planta carnívora
Por: Cristina de la Torre

Así quedó diseñado: para apretar hasta asfixiar.

El deshonroso tratado que hoy despega no se contentará con alienarle a Colombia toda posibilidad de industrialización en el futuro. No se contentará con sepultar sectores enteros de la producción en el campo y empobrecer a los dos tercios del campesinado que ya padecen hambre. Alargará su brazo peludo hacia el nicho de riqueza que nos queda, envidia del mundo entero: nuestra diversidad biológica, que es base de la biotecnología. El valor de este mercado bordeó en 2005 los U. S. $800 mil millones. Las últimas décadas registran avances insospechados en esta tecnología de punta y una carrera loca de las potencias industriales por hacerse con sus fuentes nativas. Pues con el TLC, Estados Unidos coronó. Gracias a las larguezas de nuestros obsequiosos ‘negociadores’, ese país podría tener acceso privilegiado a nuestra biodiversidad; controlar el acceso a valiosos recursos animales y vegetales, y asegurarles precios de monopolio a sus multinacionales de la industria farmacéutica. Todo en virtud de patentes que protegen la propiedad intelectual, vale decir, su exclusividad en investigación científica, en innovación y en comercialización de los productos. María Natalia Díaz advierte: “los términos pactados en el TLC en materia de propiedad intelectual y patentes encienden las alarmas sobre la futura propiedad de los recursos genéticos del país” (Externado, tesis de grado). Así como se allanó a ‘competir’ con una agricultura subsidiada, en materia de biodiversidad le concedió Colombia a EE. UU. la parte del león.
Según la Organización Panamericana de la Salud, este tratado le concede a EE.UU. exclusividad de mercado en el sector farmacéutico. Y, por ende, precios más altos que si hubiera competencia. Además —dice Consuelo Ahumada, algunos de cuyos razonamientos seguimos aquí—, el TLC amplió la vigencia de patentes a los medicamentos de marca. Es decir, concedió más tiempo de monopolio a las grandes farmacéuticas, e impuso más restricciones a nuestra producción de genéricos. Perjudicados, los consumidores colombianos, pues los medicamentos genéricos valen en promedio la cuarta parte de los de marca.
Descorazona la violencia del contraste que ofrece Colombia frente al tesón de los países del G-20 —India y Brasil a la cabeza—, que desde 2003 resisten la iniciativa de aplicar a los medicamentos derechos de propiedad intelectual que sólo favorecen a los países industrializados. Exaspera la barbaridad (¿o la avivatada?) del exministro Palacio, que liberó los precios de los medicamentos, de modo que las farmacéuticas extranjeras pudieran elevarlos hasta en un 3.204%, caso del Interferón B1-B, o del Rituximab, que en Colombia vale 3.500 dólares y en Inglaterra 278. Visionario, el personaje de marras concedió a sus anchas y por adelantado las gabelas del TLC. Obsequios que responden en medida sustancial al colapso del sistema de salud que tirios y troyanos reconocen ya.
Señala Díaz que la biotecnología sería nuestra última esperanza para producir bienes de alto valor agregado y competir desde nuestra inmensa riqueza biológica. Pero a condición de que sepamos enfrentar el oligopolio del sector, el régimen de patentes que impera, los vacíos normativos, la biopiratería. Y esta amenaza colosal contra la propiedad de nuestros recursos genéticos a manos de un tratado, planta carnívora, que quiere devorarlo todo.
Pregunta. ¿Quién anda detrás de los atentados contra Mónica Roa, gestora de la ley que autoriza el aborto en circunstancias especiales? La justicia tiene la palabra.

sábado, 5 de mayo de 2012

La era del vacío


La Era del Vacío
Lipovetsky, Gilles.

Resumen
A. Esta sociedad quiere vivir aquí y ahora. No tiene ídolo ni tabú, estamos regidos por el vacío, un vacío que no comporta, ni tragedia ni apocalipsis. También puede notarse una nueva era de consumo que se extiende hasta la esfera de lo privado; el consumo de la propia existencia a través de la propagación de los mass media.
B. Aparece el valor narcisista como consecuencia y manifestación del proceso de personalización, se pasa de un individualismo limitado al individualismo total. También se puede decir que es una era de “deslizamiento” donde no hay una base sólida ni un anclaje emocional estable; todo se desliza en una indiferencia relajada. El narcisismo es inseparable de un entusiasmo por relacionarse con el otro como lo demuestra el aumento de asociaciones como grupos de asistencia y ayuda mutua. El individualismo reside en conexiones colectivas de micro-grupo y redes situacionales. En el narcisismo colectivo nos juntamos por que nos parecemos, porque estamos sensibilizados por los mismos objetivos existenciales, con una necesidad de reagruparse con seres “idénticos”.
C. La era postmoderna está obsesionada con la información y la expresión. Hay una necesidad de expresarse en sí, aunque sea para sí mismo, comunicar por comunicar, expresarse solo por el hecho de expresar, es decir, la lógica del vacío.
D. El narcisismo aparece como un nuevo estadio del individuo, en el cual él se relaciona con él mismo y su cuerpo, hedonista y permisivo desprovisto de los últimos valores sociales y morales que coexistían. La propia esfera privada cambia de sentido, expuesta únicamente a los deseos cambiantes de los individuos.
E. Únicamente la esfera privada sale beneficiada con estos cambios gracias a los valores como cuidar la salud, preservar la situación material, desprenderse de los complejos, o esperar las vacaciones: vivir sin ideal, sin objetivo trascendente resulta posible. Nace el homo psicológicus, al acecho de su ser y bienestar. Se trata de vivir en el presente perdiendo el sentido de continuidad histórica. Vivimos para nosotros mismos, sin preocuparnos por tradiciones o la posterioridad, es así como el sentido histórico se olvida de la misma manera que se olvidan los valores e instituciones sociales. Esta estrategia narcisista de “supervivencia” del individuo, se explica dado el clima de pesimismo y catástrofe inminente, tratando de preservar así la salud física y psicológica. Aparece entonces como síntoma social el narcisismo colectivo instalándose a nivel masivo una apatía frívola.
F. Nos acostumbramos a lo “peor” que consumimos diariamente en televisión, que amenaza permanentemente y no ha conseguido la conciencia social debido a la velocidad con la que se emiten los mensajes, impidiendo cualquier emoción o conciencia social duradera.
G. El miedo moderno a envejecer y morir es parte del neo-narcisismo. el permanecer joven y no envejecer se convierte en una obsesión.
H. El estado de la naturaleza se encuentra al final de la Historia: la burocracia, la propagación de las imágenes, las ideologías terapéuticas, el culto al consumo, las transformaciones de la familia, la educación permisiva han engendrado una estructura de la personalidad, el narcisismo, juntamente con unas relaciones humanas cada vez más crueles y conflictivas. Solo aparentemente los individuos se vuelven más sociables y más cooperativos; detrás de la pantalla del hedonismo y de la solicitud, cada uno explota cínicamente los sentimientos de los otros y busca su propio interés sin la menor preocupación por las generaciones futuras. Las redes del amor propio y del deseo de reconocimiento son las responsables de este estado de guerra.
I. Hay una profunda revolución silenciosa de la relación interpersonal, lo que importa ahora es ser uno mismo absolutamente, y el Otro pasa a ser indiferente; Solo queda entonces la voluntad de realizarse aparte e integrarse en círculos cálidos de convivencia.
J. Las transformaciones dentro de la familia, una “ausencia” del padre y dependencia de la madre llevan al niño a imaginar el sueño de reemplazar al padre. Se busca un padre fuerte, poderoso, arrollador, autoritario, y se desprecia al débil, al “distinto”.
K. Hay fascinación por los individuos célebres, creados por los medios masivos de comunicación que intensifican los sueños narcisistas de celebridad y de gloria, animan al hombre de la calle a identificarse con las estrellas, a odiar el borreguismo y le hace aceptar cada vez con más dificultad la insignificancia de la existencia cotidiana. El narcisismo se nutre más del odio del Yo que de su admiración.
L. Las estrellas creadas por los medios son admirados pero muy pronto se genera una indiferencia hacia ellos, se pasa del entusiasmo pasajero al abandono instantáneo
M. Los individuos aspiran más a un desapego emocional, debido a la inestabilidad que sufren en la actualidad las relaciones personales. El miedo a la decepción, el miedo a las pasiones descontroladas nos llevan a una huida ante el sentimiento; Levantar las barreras contra las emociones y dejar de lado las intensidades afectivas, es el fin de la cultura sentimental
N. El sentimentalismo ha sufrido el mismo destino que la muerte, resulta incomodo exhibir las pasiones, declarar ardientemente el amor, llorar, manifestar con demasiado énfasis los impulsos emocionales. Como en el caso de la muerte, el sentimentalismo resulta incómodo, se trata de permanecer digno o discreto. Nuestra época queda caracterizada entonces por la huida ante los signos de sentimentalidad.
O. Cuanto más libres, las relaciones se vuelven emancipadas de las viejas sujeciones, más rara es la posibilidad de encontrar una relación intensa. En todas partes encontramos la soledad, el vacío, la dificultad de sentir, de ser transportado fuera de sí, de ahí la huída hacia delante en las experiencias que no hace más que traducir esa búsqueda de una experiencia emocional.
P. La moda invade nuevas esferas dentro de todas las capas sociales, y todos los grupos de edad. La moda es celebrada, y provoca el reflejo crítico antes que el estudio objetivo, la moda son siempre los demás. La moda, insignificante, furtiva y contradictoria; Se convierte en una institución excepcional, altamente problemática, una realidad socio-histórica característica de la modernidad. La moda es vista como una salida del mundo de la tradición, como la negación del pasado, la fiebre de las novedades, la celebración del presente social. La moda se presenta como el agente por excelencia de la espiral individualista y de la consolidación de las sociedades liberales. Los ciudadanos se sienten poco interesados por la cosa pública, en todas partes predomina la desmotivación y la indiferencia hacia la política.
Q. En conjunto, las personas están más informadas aunque más desestructuradas, son más adultas pero más inestables, menos “ideologizadas” pero más tributarias de las modas, y más abiertas pero más influenciables. La independencia va unida a una mayor frivolidad, la tolerancia se acompaña con más indiferencia y relajamiento en el tema de la reflexión; La moda no encuentra el modelo adecuado, el consumidor cree ser feliz cuando compra algo de moda, pero como la moda cambia muy pronto por la acción del mercado el comprador se siente triste porque ya no tiene lo de moda.
R. La sociedad de consumo se caracteriza por: elevación del nivel de vida, abundancia de artículos y servicios, culto a los objetos y diversiones, modal hedonista y materialista; Pero estructuralmente lo que la define es la generalización del proceso de moda. Se impone la lógica de la renovación precipitada, de la diversificación y la estabilización de los modelos, la variación regular y rápida de las formas. El orden estético-burocrático domina la economía de consumo, organizada por la seducción y la extinción acelerada. La industria ligera es una industria estructurada a imagen y semejanza de la moda.
S. Hay una nueva revolución en la producción industrial: el diseño se ha convertido en parte integrante de la concepción de los productos, la gran industria ha adoptado la perspectiva de la elegancia y la seducción. El éxito de un producto se debe en gran parte a su diseño, su presentación y envase. El diseño tiene como tarea encontrar soluciones racionales y funcionales, a crear formas adaptadas tanto a las necesidades y a las funciones, como a las condiciones de la producción industrial moderna. “El valor estético es parte inseparable de la función”. Pero los cambios de diseño continuos dispara el consumismo, cambiar el diseño para adaptarse a lo nuevo se convierte en una tendencia.
T. La lógica social de la diferencia y distinción está basada en una sed de imágenes y espectáculos, el gusto por la autonomía, el culto por el cuerpo y la embriaguez de sensaciones y de lo nuevo. Se consume para uno mismo.
U. La publicidad pone cada vez más el acento en la calidad del objeto, la fantasía y la sensación. El consumo es asociado directamente a dimensiones psicológicas e imágenes a través de las marcas. Dentro de una época de imágenes, la era de las motivaciones íntimas y existenciales de la gratificación psicológica, del placer por sí mismo, de la calidad y de la utilidad de las cosas han tomado el mando.
V. El dominio de la sociedad sobre el individuo es mayor de lo que ha sido nunca, ya no hay oposición entre vida privada y la pública, entre las necesidades sociales y las necesidades individuales. Está surgiendo un nuevo tipo de personalidad cinética y abierta. Hay una necesidad de adoptar actitudes adaptables y mentalidades flexibles: el reino de la moda actúa precisamente en este sentido, tanto en la economía de los objetos como en la de la información. Socializa a los seres en el cambio y los prepara para un reciclaje permanente.
W. El efecto del proceso de la moda, es posibilitar socialmente una interminable dinámica de renovación y diversificación. Nos encontramos con una sociedad dominada por las emociones frente a lo nuevo. El valor de lo nuevo corre paralelo a la demanda de la personalidad y de autonomía privada.
X. Las armas clave de la publicidad son la sorpresa y lo inesperado, dentro de la publicidad operan los mismos principios de la moda: originalidad a cualquier precio, el cambio permanente y lo efímero. Toda moda acaba en exceso, y se trata de una comunicación de excesos controlados, donde lo superlativo está siempre ponderado por el juego y el humor. La publicidad es el discurso de moda, vive de “hacerse notar”. Es la época de la publicidad creativa y de la fiesta espectacular: se convierten los productos en seres vivientes, marcas en persona, con un estilo y u carácter, por ende se comunica una personalidad de marca. Al igual que la moda no puede disociarse de la estética de la persona, así también la publicidad funciona como cosmético de la comunicación. Por la misma razón que la moda, la publicidad se dirige al ojo, es promesa de belleza, seducción de apariencia, ambiente idealizado, más que información. Su eficacia se debe a su superficialidad lúdica, al cóctel de imágenes, de sonidos y sentidos que ofrece sin preocuparse por los límites del principio de realidad y lo serio de la verdad. La actualización de la publicidad debe relacionarse con las profundas transformaciones de las costumbres y de la personalidad dominante en nuestra época, se produce como un eco del hombre contemporáneo por realizar su ego.