viernes, 16 de julio de 2010

Un cuartel y un convento

Un cuartel y un convento
Por: Mauricio García Villegas
A SIMÓN BOLÍVAR LE ATRIBUYEN LA siguiente frase: “Ecuador es un convento, Colombia es una universidad y Venezuela es un cuartel”. Ahora que estamos en plena celebración del Bicentenario y en vísperas de la elección de un nuevo presidente, quizás valga la pena preguntarse qué tanto vale hoy esa frase del Libertador.
Lo primero que hay que decir es que si bien Bolívar creía que Colombia era una universidad, no por ello pensaba que este país fuera algo así como la encarnación tropical de la Ilustración francesa, es decir, de la libre discusión de ideas y opiniones. Algo va de la ciudad de París a mediados del siglo XVIII a la ciudad de Bogotá a principios del XIX. Las universidades colombianas eran ante todo facultades de Teología y de Derecho regidas por la Iglesia católica. Por eso Bolívar pensaba que la libertad y el progreso estaban más del lado de los cuarteles que de las universidades (eso explica que Chávez cite con frecuencia la frase del Libertador).
Hecha esta aclaración, creo que si Bolívar viviera hoy, pensaría algo muy distinto de nosotros. Digo esto al ver la fuerza que ha tomado en Colombia ese sentimiento popular que asocia el heroísmo militar con la voluntad divina. Para no ir más lejos, me limito a hechos recientes. La liberación de los secuestrados de las Farc ha dado lugar, como siempre sucede, a un sinnúmero de manifestaciones exaltadas de fe y heroísmo, no sólo por parte de los secuestrados —lo cual me parece tan entendible como irrazonable— sino también del Gobierno. “Dios siempre está con nosotros”, dijo el general Freddy Padilla de León, y contó que el día domingo estuvo con César Mauricio Velásquez “en una capilla muy especial, recomendando nuestros hombres a Dios”. Por su parte, el Presidente felicitó al Ejército y dijo que así premiaba Dios la buena fe y la constancia.
Es natural que un evento extraordinario y exitoso como éste de la liberación de los secuestrados produzca este tipo de reacciones. Pero incluso antes de que esto sucediera, el país vivía en un espíritu de exaltación católico-militar, el mismo que ha marcado la era del presidente Uribe. Cuando le preguntaron al candidato Santos cuál era la principal diferencia entre él y Antanas Mockus dijo que, a diferencia de su contrincante, él creía en Dios y en el Ejército. Angelino Garzón, por su lado, aseguró alguna vez que su alianza con Santos era algo que sólo Dios podía romper y le pidió al Señor de los Milagros de Buga que protegiera la vida de Juan Manuel.
Colombia es el país más conservador de la región andina y por eso el militarismo y la religiosidad encuentran aquí un terreno abonado. Ese conservadurismo pudo haber ayudado al surgimiento de las guerrillas; pero esas guerrillas, a su turno, con su crueldad y su estupidez, han ayudado a exacerbar, de la mano de los secuestrados liberados, la creencia de que nuestro destino depende de Dios y del comandante de las Fuerzas Armadas. No es sólo Uribe con su séquito de rezanderos el que nos tiene así, es también la guerrilla —que a su manera y con sus dioses, es tan religiosa como Uribe— la que alimenta el espíritu místico-guerrero que nos gobierna.
El hecho es que Colombia ha terminado siendo lo que, según Bolívar, eran sus dos países vecinos: un cuartel y un convento.
Esperemos que no esté muy lejos el día en que alguien tenga buenas razones para decir que Colombia es una universidad.
* Profesor de la Universidad Nacional e investigador de Dejusticia

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