domingo, 3 de marzo de 2013

EL ENEMIGO

El enemigo
Natalia Springer

El presidente Santos lo anunció con prudencia. Alias 'Alfonso Cano' fue abatido en un combate feroz, a costo del enorme sacrificio de nuestras Fuerzas Armadas y de Policía, que jamás se han rendido y con toda lealtad continúan defendiendo nuestras libertades y nuestra democracia. Esta es su victoria. Pero, ¿por qué no es una victoria militar que nos traiga esperanzas de paz, tal y como sucedió en Sri Lanka, inmediatamente después de la caída de la cúpula de los Tigres Tamiles, o en Angola, con la derrota de la dirigencia de Unita?

No, la paz no está cerca. Las Farc registran un inminente proceso de cartelización, que ya viene de tiempo atrás, que guarda serias similitudes con lo sucedido con los remanentes de Sendero Luminoso en el Perú, que se instalaron en el valle de los ríos Apurímac y Ene y en el Alto Huallaga, y es probable que entre la desmovilización y el narcotráfico desaparezca tal y como fue concebida originalmente.

Muy desafortunadamente, las condiciones estructurales que mantienen viva la violencia se han fortalecido. Tres indicios. El primero, la coyuntura climática. En el marco de un año, salieron a flote por el agua unos 4 millones de colombianos, 900.000 familias, que no existían para nadie, ni siquiera para el Sisbén, que aún no hacen parte de los cálculos oficiales (¿qué pasaría con las cifras de empleo si fueran tenidos en cuenta?) y que lo perdieron todo. Literalmente, los pobres más pobres, que ahora viven en la miseria inaudita. El Estado nunca ha existido para ellos. Su condición extrema se equipara a los resultados de 15 años de violencia.

El segundo, el fracaso de la política social. La pobreza avanza. Ha sido una década perdida. Colombia se consolidó en el último año como la tercera nación más desigual del planeta, como lo confirman los resultados del Informe de Desarrollo Humano que acaba de dar a conocer el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo. Mientras toda Latinoamérica registró esfuerzos sostenidos y en distintas medidas exitosos para combatir la miseria, mejorar los índices de distribución del ingreso y poner en marcha provisiones específicas contra la deforestación y la destrucción de recursos naturales cada vez más estratégicos, Colombia retrocedió en todo sentido. La política asistencialista gratifica la pobreza, no la supera y sí dio lugar a que los ejecutores de estas políticas, como el ICBF, que recibe un presupuesto anual superior al de toda la rama judicial, se convirtieran en monstruos de la contratación, que solo alimentaron la voracidad de algunas familias políticas. Desde el punto de vista ambiental, la feria de licencias para la explotación minera que tanto benefició la confianza inversionista y partidista, hoy constituye un riesgo inminente para nuestro desarrollo.

El tercero, la pujante economía paralela. Hace apenas unas pocas semanas, y en el marco del Congreso Panamericano de Riesgo de Lavado de Activos y Financiación del Terrorismo, la fiscal Viviane Morales reveló que unos 8.000 millones de dólares son lavados anualmente en Colombia. Es una economía paralela que, en palabras de la Fiscal, "ha tomado un ritmo bastante acelerado" y que, por definición, apuesta contra la institucionalidad, contra la justicia y contra el Estado de Derecho y cuyo impacto no solo se cuenta en vidas, sino en una incalculable pérdida de capital social.

El Presidente lo sabe y por eso no canta victoria. Reformó el Estado a través de 80 decretos con un claro acento social y el deseo de reversar esa situación desastrosa, pero bien sabemos en este país de santanderistasque la abundancia de decretos no cambia realidades. Algunos nombramientos claves son claramente desafortunados. La paz no está cerca. El enemigo está ahí y se acuesta con hambre.

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