domingo, 2 de abril de 2017

Lecturas 2- Cultura y sociedad – Consolidado 2

Lecturas 2- Cultura y sociedad – Consolidado 2

Ustedes deben leer los siguientes textos y en la próxima clase realizaremos un taller evaluativo de control de lectura en parejas. Los textos o podrán utilizarse en el ejercicio.

Cambio climático: lo peor está por venir
El informe que presentó la ONU es la investigación más grande que se ha hecho de este fenómeno. El panorama es abrumador y Colombia no queda bien parada.
Nadie en este planeta se va a salvar de los impactos del cambio climático”, dijo Rajendra Pachauri cuando presentó el quinto informe mundial sobre el calentamiento global la semana pasada en Yokohama, Japón. El informe elaborado por el Panel Intergubernamental de Cambio Climático que él dirige es el más completo que ha hecho la humanidad sobre este tema. Participaron 500 científicos de 70 países y fueron consultados más de 12.000 estudios. Por eso las conclusiones contenidas en sus 2.600 páginas han consternado al mundo.  “Abrumador”,  “alarmista”, “apocalíptico”, “irreversible” han sido algunos de los calificativos que le ha dado la prensa internacional.

El informe sostiene una verdad que solo ahora es irrefutable. Como dijo el secretario de la Organización Mundial de Meteorología, Michel Jarraud “ya no hay ninguna duda de que el clima está cambiando y que el 95 por ciento de este cambio se debe a las actividades humanas”. Esta conclusión,  que parece obvia, es uno de los mayores aportes del estudio pues hasta hace muy poco presidentes, ministros y gerentes todavía debatían si el calentamiento global existía y si la depredación del hombre a la naturaleza era lo que lo provocaba.

Como el clima pareciera estar “enloqueciendo”, los escépticos son cada vez menos. Colombia padece en la actualidad sequías e incendios que han conmovido al país, pero el mundo no está mejor. El tifón Haiyan arrasó kilómetros en Filipinas y produjo la muerte de cerca de 10.000 personas. En Oklahoma se presentó el peor tornado que se ha visto en Estados Unidos, en Siria, Jordania e Israel nevó como nunca antes, Europa sufrió enormes inundaciones y Australia acaba de registrar el año más caluroso de su historia. El informe sostiene que en efecto 13 de los 14 años más cálidos se han producido en el siglo XXI y agrega que casi todos esos fenómenos climáticos eran predecibles.

El estudio tiene importantes conclusiones. Asegura que por cuenta del clima los conflictos armados aumentarán, que en el futuro escaseará la comida y el agua y que muchas especies y ecosistemas simplemente desaparecerán (ver recuadros).  Uno de los capítulos que más ha llamado la atención es el impacto que tiene en los océanos, pues prueba que este fenómeno ha alterado la vida marina más rápido que los 65 millones de años de evolución.

Esos cambios de clima afectarán principalmente a los países más pobres (ver mapa) y como dijo Simon Maxwell, director de la junta de la Alianza Clima y Desarrollo en la revista SEMANA Sostenible, “Latinoamérica, sin lugar a dudas, será uno de los más golpeados”.  El informe alerta que los principales ríos de Colombia han reducido sus caudales y señala que el país está entre los diez más vulnerables del mundo a la pérdida de la pesca, lo cual es grave porque millones de sus habitantes tienen en esta su principal fuente de alimentación. Además, sostiene que el 30 por ciento de la población vive en zonas costeras, muy vulnerables a eventos extremos del clima.

La ONU ya había alertado hace unos años que por su posición geográfica Colombia es el tercer país del mundo más vulnerable al cambio climático. “Este informe evidencia que situaciones como la sequía del Casanare no son una emergencia momentánea. Hoy son los chigüiros, pero mañana serán los seres humanos”, sostiene la ambientalista Claudia Martínez. El país ya sabe los costos de no prepararse para eventos climáticos. El invierno de  2010 dejó 150 personas muertas y 1,5 millones sin hogar. “La factura del cambio climático ese año no fue nada despreciable: cerca de 11 billones de pesos, que equivalen casi el 2 por ciento del PIB de 2011”, sostiene la exviceministra de Ambiente, Adriana Soto.

Pero no todo es apocalíptico. Según el informe “la región es considerada como un jugador clave en la economía mundial por el rol que juegan Colombia, Brasil y Chile”.  Al país todavía le falta mucho para prepararse para lo que viene, pero ha dado pasos importantes. A raíz de las inundaciones se creó un Fondo de Adaptación que tiene la tarea de hacer las obras que se necesitan para que esa tragedia no vuelva a suceder. El informe también destaca el proyecto de ganadería silvopastoril que busca hacer más eficiente esa actividad para que las vacas no ocupen las 38 millones de hectáreas de hoy y un sistema piloto para atender enfermedades que aumentan en los cambios del clima como la malaria. Ciudades como Cartagena y departamentos como San Andrés y Huila ya han empezado a construir sus planes de adaptación a los cambios de clima.

Colombia tiene otra enorme ventaja y es que sus parques naturales ocupan el 12 por ciento del territorio y esa cifra podría duplicarse en los próximos años. “Las áreas protegidas han demostrado ser la manera más eficiente para manejar la mitigación y la adaptación al cambio climático”, explica la directora de Parques Nacionales, Julia Miranda. Científicamente está demostrado que tener áreas bien conservadas logra que los ecosistemas soporten los extremos climáticos. La naturaleza está tan conectada (ver recuadro) que la protección de los manglares y los corales del Caribe es indispensable para que no se derrita el Ártico. Por eso la declaratoria de las 42.000 hectáreas del páramo de Santurbán que acaba de hacer la ministra de Ambiente, Luz Helena Sarmiento, no solo es fundamental para esa región sino clave para el país.

El ecologista James Lovelock, famoso por haber creado la teoría de Gaia, dijo a propósito de este informe que quizá su mérito es que “los ambientalistas han dejado de ser una minoría, porque hoy la mayoría se preocupa por el planeta, y eso hace más difícil que nunca encasillarlos”.

Por el pasado informe, el panel intergubernamental ganó el Premio Nobel de la Paz. Y el ex vicepresidente de Estados Unidos Al Gore recibió la misma distinción por haber enarbolado la causa del clima. Aun así el mundo no se ha puesto de acuerdo en lo que tiene que hacer para frenar lo que se viene, y no tiene mucho que mostrar en esa lucha. A pesar de que ya no hay duda de que el futuro no pinta nada bien.

Las próximas guerras

“El cambio climático, indirectamente, puede incrementar el riesgo de conflictos violentos y las guerras civiles”, sostiene el informe. Las sequías, las inundaciones y las fuertes tormentas no crearán guerras automáticamente, pero multiplicarán las amenazas económicas, políticas y religiosas que las producen. Hoy incluso se habla de “los desplazados del clima”, millones de personas que han tenido que migrar por catástrofes naturales. Se estima que en 2050 Bangladesh tendrá 50 millones de estos desplazados. En Colombia ya hay miles de ellos como los habitantes de Manatí (Atlántico) que siguen viviendo en carpas por cuenta del invierno de 2010. El secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, ha dicho que el conflicto de Darfur, Sudán, se debe también a problemas ecológicos: las lluvias cayeron en más de un 40 por ciento y el famoso economista Jeffrey Sachs atribuye la violencia en Somalia a una “volátil mezcla de falta de agua y alimentos”.

Un mundo hambriento

El calentamiento global hará que en algunos años la producción de alimentos no alcance para alimentar a toda la humanidad. Por eso, el presidente del Banco Mundial, Jim Yong King, aseguró que en cinco o diez años los principales conflictos serán por hambre y sed. El informe sostiene que en países del trópico, como Colombia, la pesca disminuirá hasta un 60 por ciento. El documento agrega que si la temperatura aumenta dos grados centígrados los cultivos de maíz, trigo y arroz caerán dramáticamente. Para 2050 los precios de los alimentos se habrán duplicado y en Colombia el 80 por ciento de los cultivos se verán afectados.  Por eso, Rafael Mejía, presidente de la Sociedad Colombiana de Agricultores, ha dicho que el cambio climático ya es un problema en el país.

El efecto mariposa

Los chinos decían que “el aleteo de las alas de una mariposa puede provocar un tsunami al otro lado del mundo”. Los impactos del cambio climático le han dado a ese proverbio la razón. El informe muestra cómo un 80 por ciento de la contaminación que llega a la Antártida proviene de Sudamérica. Esta semana un informe del Instituto Agustín Codazzi señaló que la degradación de los páramos en el Cocuy era la causa probable de la sequía que sufre Paz de Ariporo en Casanare. Al otro lado del océano, las autoridades del Reino Unido pidieron a sus ciudadanos no salir a la calle pues nubes movidas por los flujos de vientos alisios venían cargadas de polvo contaminado del Sahara que cubría las ciudades de smog.

S.O.S al amazonas

La Amazonia será una de las principales víctimas de los cambios del clima, según el informe. Se estima que en el mayor bosque que tiene el planeta las lluvias se reducirán en un 50 por ciento para 2050, de acuerdo al Global Canopy Project. Otro estudio reveló que en 2030 más de la quinta parte de la selva colombiana no existirá. Para Wendy Arenas, directora del proyecto Amazonas 2030, el informe es una alerta. “La Amazonia juega un papel crítico pues regula una parte importante de las lluvias de América Latina. Incluso la humedad de los páramos de los Andes depende de ella”, explica.
Ultimátum a la Tierra

Ignacio Ramonet
Le Monde diplomatique


Representantes de todos los países del mundo se reúnen en Copenhague (Dinamarca) del 7 al 18 de diciembre en el marco de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, con el objetivo de evitar que, de aquí a 2050, la temperatura media del planeta aumente en más de dos grados. Si la Tierra fuese un balón de fútbol, el espesor de la atmósfera sería de apenas dos milímetros... Nos hemos olvidado de la increíble estrechez de la capa atmosférica y consideramos que ésta puede absorber sin límites cualquier cantidad de gases nocivos. Resultado: se ha creado, en torno al planeta, un sucio envoltorio gaseoso que captura el calor del sol y funciona como un auténtico invernadero. 

El calentamiento del sistema climático es una realidad inequívoca. Unos 2.500 científicos internacionales, miembros del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre la Evolución del Clima (GIEEC) (1), lo han confirmado de modo indiscutible. Su causa principal es la actividad humana que produce un aumento descontrolado de emisiones de gases, sobre todo dióxido de carbono, CO2, producto del consumo de combustibles fósiles: carbón, petróleo, gas natural. La deforestación acrecienta el problema (2). 

Desde la Convención del Clima y la Cumbre de Río de Janeiro en 1992, y la firma del Protocolo de Kioto en 1997, las emisiones de CO2 han progresado más que durante los decenios precedentes. Si no se toman medidas urgentes, la temperatura media del planeta aumentará por lo menos en cuatro grados. Lo cual transformará la faz de la Tierra. Los polos y los glaciares se derretirán, el nivel de los océanos se elevará, las aguas inundarán los deltas y las ciudades costeras, archipiélagos enteros serán borrados del mapa, las sequías se intensificarán, la desertificación se extenderá, los huracanes y los tifones se multiplicarán, centenares de especies animales desaparecerán... 

Las principales víctimas de esa tragedia climática serán las poblaciones ya vulnerables de África subsahariana, de Asia del sur y del sureste, de América Latina y de los países insulares ecuatoriales. En algunas regiones, las cosechas podrían reducirse en más de la mitad y el déficit de agua potable agravarse, lo que empujará a cientos de millones de "refugiados climáticos" a buscar a toda costa asilo en las zonas menos afectadas... Las "guerras climáticas" proliferarán (3). 

Para evitar esa nefasta cascada de calamidades, la colectividad científica internacional recomienda una reducción urgente del 50% de las emisiones de gases de efecto invernadero. Único modo de evitar que la situación se vuelva incontrolable. 

En esa perspectiva, tres son los temas centrales que se abordan en Copenhague: 1) determinar la responsabilidad histórica de cada Estado en la actual degradación climática, sabiendo que el 80% de las emisiones de CO2 son producidas por los países más desarrollados (que sólo reúnen el 20% de la población mundial), y que los países pobres, los menos responsables del desastre climático, padecen las consecuencias más graves. 2) fijar, en nombre de la justicia climática, una compensación financiera para que aquellos Estados que más han degradado el clima aporten una ayuda significativa a los países del Sur que permita a éstos luchar contra los efectos de la catástrofe climática. Aquí se sitúa uno de los principales desacuerdos: los Estados ricos proponen una suma insuficiente, cuando los países pobres reclaman una justa compensación más elevada. 3) definir con vistas al futuro un calendario vinculante que obligue política y legalmente a los actores planetarios -tanto a los países desarrollados como a las otras potencias (China, Rusia, la India, Indonesia, México, Brasil)- a reducir progresivamente sus emisiones de gases de efecto invernadero. Ni Estados Unidos ni China (los dos principales contaminadores) aceptan esta perspectiva. 

Además de esta agenda, un fantasma recorrerá las mesas de discusión de Copenhague: el del necesario cambio de modelo económico. Existe en efecto una grave contradicción entre la lógica del capitalismo (crecimiento ininterrumpido, avidez de ganancias, explotación sin fronteras) y la nueva austeridad indispensable para evitar el cataclismo climático ( léase, p. 32, el artículo de Riccardo Petrella ). 

Si el sistema soviético implosionó fue, entre otras razones, porque descansaba sobre un método de producción que valoraba principalmente el beneficio político de las empresas (creaban obreros) y no su coste económico. De igual modo, el sistema capitalista actual únicamente valora el beneficio económico de la producción, y no su coste ecológico. Con tal de obtener un beneficio, no le importa que un producto tenga que recorrer miles de kilómetros, con la emisión de toneladas de CO2 que eso supone, antes de llegar a las manos del consumidor. Aunque ello ponga en peligro, a fin de cuentas, a toda la humanidad. 

Por otra parte, es un sistema despilfarrador que agota los recursos del planeta. Actualmente la Tierra ya es incapaz de regenerar un 30% de lo que cada año consumen sus habitantes. Y demográficamente éstos no cesan de crecer. Somos ya 6.800 millones, y en 2050 seremos 9.150 millones... Lo que complica el problema. Porque no hay recursos para todos. Si cada habitante consumiese como un estadounidense se necesitarían los recursos de tres planetas. Si consumiese como un europeo, los de dos planetas... Cuando no disponemos más que de una Tierra. Una diminuta isla en la inmensidad de las galaxias. 

De ahí la urgencia en adoptar medidas que detengan la huida hacia el abismo. De ahí también, ante el cinismo de muchos líderes mundiales, la rabia de los miles de militantes ecologistas que convergen de todo el planeta hacia la capital danesa gritando dos consignas: "¡Cambiad el sistema, no el clima!" y "Si el clima fuese un banco ¡ya lo habrían salvado!". 

Se cumplen diez años de las grandes manifestaciones de la "batalla de Seattle" que vieron nacer el movimiento altermundialista. En Copenhague, una nueva generación de contestatarios y activistas, en nombre de la justicia climática, se dispone a abrir un nuevo ciclo de luchas sociales. La movilización es enorme. La pelea va a ser grandiosa. Está en juego la supervivencia de la humanidad. 

Notas: (1) Recompensado colectivamente, en 2007, con el Premio Nobel de la Paz por sus informes sobre los cambios climáticos. 

(2) Los árboles, las plantas y las algas de los océanos absorben y neutralizan el CO2, y producen oxígeno; de ese modo ayudan a combatir el efecto invernadero. 

(3) Léase Harald Welzer, Les Guerres du climat. Pourquoi on tue au XXIe siècle , traducido del alemán por Bernard Lortholary, Gallimard, París, 2009.



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