sábado, 19 de marzo de 2011

La economía contemporánea

La economía contemporánea
Alfredo Ramos Osorio

Introducción
El sistema económico que vamos a estudiar se conoce como capitalismo o en ocasiones como sistema de libre empresa. Algunos sociólogos denominan a las sociedades capitalistas como sociedades legales – racionales y los economistas las llaman también sociedades de mercado.
Algunos hablan del capitalismo como si éste fuera tan viejo como las montañas, tan antiguo como la Biblia, pero una vez que se piensa en ello se da uno cuenta de que no es así. Nadie llamó a los faraones de Egipto “capitalistas”. Los griegos sobre los que escribió Homero no eran una sociedad mercantil, a pesar de que existían mercaderes y comerciantes en Grecia; tampoco era un sistema capitalista el Imperio Romano. Desde luego, la Europa medieval no era capitalista ni tampoco se podría utilizar la palabra capitalista para designar las brillantes civilizaciones de la India o China, sobre las que escribió Marco Polo, ni los grandes imperios de la antigua África o las economías islámicas de las que obtenemos algunas visiones en las Mil y una noches.
Pronto expondremos en forma explícita por qué éstas no eran economías capitalistas, pero debemos puntualizar que el capitalismo es un sistema económico moderno y que surgió después de miles de años de desarrollo de la historia de la humanidad.
Elementos del capitalismo
El surgimiento de un mercado de capitales: Las sociedades precapitalistas eran grandes reinos imperiales o pequeños dominios gobernados por señores locales (sociedad feudal). En todas esas sociedades grandes o pequeñas, la producción y la distribución de los bienes se llevaba a cabo bajo el control directo de los gobernantes. El campesino trabajando en los campos y el artesano en su taller no trabajaban como deseaban, por su propia cuenta. Cumplían en forma directa o indirecta las órdenes de la autoridad por encima de ellos, a cuyo poder y gloria estaba destinado su trabajo. A estas sociedades se les conoce como sistemas tributarios, dado que gran parte de la producción de los trabajadores se le debía entregar, en forma de tributo, a las autoridades o a los gobernantes. Hay que tener en cuenta que estas sociedades eran relativamente cerradas al intercambio y en ellas las decisiones sobre qué y cómo producir dependían básicamente, de la clase y de la cantidad de recursos de cada cual, y de la capacidad individual para transformarlos y disponer de ellos o ponerlos a disposición de otros miembros de la sociedad. Es decir eran sociedades de autoconsumo, donde la tecnología no permitía una gran producción (inexistencia de máquinas) y en donde los gobernantes dirigían la producción, organizando a los hombres y a las familias para el trabajo. Si bien había comercio, el objeto de la producción era suplir las necesidades de la comunidad y de la clase gobernante y no las exigencias del mercado como ocurre hoy. Los mercaderes, que realizaban sus actividades de intercambio, no controlaban el comercio de los alimentos básicos. Pero en la decadencia de la sociedad feudal fue aumentando la importancia de las actividades de compra y venta de mercancías y las autoridades empezaron a perder el control sobre estas actividades. Van surgiendo así los hombres de empresa, seres dinámicos cuya actividad iba dirigida a satisfacer las necesidades de los compradores y no de una comunidad en específico. Una de las características básicas de la sociedad capitalista es la existencia de un conjunto de hombres de empresa con el capital suficiente para invertirlo permanentemente, lo que les permite construir un sistema de mercado. Esto requiere necesariamente que la iniciativa privada tenga un margen de libertad para el desarrollo de los negocios. La iniciativa privada y el sistema de mercado terminan por liquidar los obstáculos establecidos por la autoridad y la tradición liberando la tierra, la fuerza de trabajo y los recursos en general del control de las autoridades tradicionales y los convierte en mercancías que se adquieren en el sistema del mercado.
Otro elemento esencial de la sociedad capitalista se manifiesta en la acumulación de riquezas sin precedente, bajo una nueva forma: riqueza no para el consumo ni para la ostentación, sino como riqueza para producir más riqueza (inversión de capitales).
Las sociedades precapitalistas o de autoconsumo tienen grandes testimonios de riqueza: las pirámides de Egipto, la muralla china, los monumentos de los incas, las magníficas catedrales medievales. Sin embargo, en esas sociedades la riqueza no estaba destinada a producir más riqueza, sino que se destinaba a la glorificación o la ostentación de los gobernantes.
Cuando observamos las sociedades que construyeron esos imperios y monumentos lo que nos sorprende es lo lenta que era su etapa normal de cambio; los pocos cambios que había en sus vidas diarias. Las fronteras de los imperios podían extenderse o contraerse, se podían realizar grandes obras durante la vida de un gobernante, pero el nivel de vida de las personas, especialmente de los trabajadores, variaba poco de un período a otro. Es sorprendente considerar que la dieta, la vivienda, la ropa, y las posesiones materiales de los campesinos egipcios al momento de la invasión de Egipto por Napoleón eran poco distintas, si es que lo eran, de las que existían al momento en que Kheops construyó su gigantesca pirámide. Asimismo, también el nivel de vida material de los campesinos franceses que observaron la construcción de la Catedral de Chartres no era muy diferente del que tenían sus antecesores que ayudaron a las legiones romanas a construir los acueductos a lo largo de la Galia.
Básicamente, es esa cualidad estática de la vida lo que viene a sustituir el capitalismo. Muchos historiadores han estimado que, entre la revolución americana y los momentos actuales, el volumen de bienes manufacturados aumentó en 1700 veces. Esta es una muestra de expansión y acumulación ante la cual palidecen por insignificantes los logros de las civilizaciones anteriores.
La fuerza impulsora radica en la aparición del mundo de los empresarios libres que ya no son controlados por el Estado. En las sociedades tributarias de autoconsumo, el exceso de la producción de la sociedad se dedicaba a la glorificación de los gobernantes mediante la construcción de monumentos destinados a perdurar a través de la historia, en armas para proteger el reino o simplemente en lujos mediante los cuales su majestad se mostraba al mundo. Lo cierto es que los hombres de empresa o burgueses convirtieron la riqueza en capital, una riqueza capaz de producir más riqueza.

La transformación de la naturaleza de la fuerza de trabajo: En las sociedades precapitalistas, la fuerza de trabajo era controlada por los grupos del clan dominante o por la aristocracia (nobles, reyes, faraones), utilizando numerosas formas de sujeción de los trabajadores (esclavismo, servilismo, gremialismo) que ataban la fuerza de trabajo y le impedían ingresar al sistema de mercado. Con el surgimiento del capitalismo surge un nuevo tipo de fuerza de trabajo: el trabajo asalariado, los trabajadores reciben una compensación económica por la labor desempeñada y son libres jurídicamente, pues no se pueden comprar ni vender. Su problema principal consiste en que si pierden su empleo viven en la inseguridad económica, El capitalismo requiere además de trabajadores capacitados, entrenados y adiestrados en las tecnologías modernas, obligando a la población a educarse en las directrices del sistema económico.
La revolución tecnológica de la producción: Para producir un alto volumen de mercancías es necesario que la producción se apoye en el empleo de maquinaria y de la energía mecánica. De esta manera se garantiza una gran producción de bienes en serie que requiere la sociedad de mercado. Esto implica además el mejoramiento de los procesos de especialización productiva y de la división social del trabajo.
La tecnología no es un fenómeno moderno. Las gigantescas piedras de Stonehenge, la precisión y la elegancia de las monumentales pirámides egipcias, los muros incas que se ajustan con tanta exactitud que una hoja de una navaja no puede pasar entre dos de sus bloques. La Gran Muralla China y los observatorios mayas son testimonios de que desde mucho antes la humanidad poseía la capacidad de transportar y levantar pesos asombrosos, cortar y dar forma a superficies duras y calcular problemas complejos.
A pesar de ello, aunque la tecnología precapitalista alcanzó grandes alturas, tenía una base muy restringida. Las herramientas básicas de la agricultura y de la artesanía sufrieron pequeños cambios durante milenios. Un invento tan “sencillo” como la collera de un caballo con una forma tal que evitar que el animal pudiera oprimirlo contra su tráquea, no apareció en toda la época gloriosa de Grecia ni en los triunfos de Roma Imperial. No fue sino hasta la Edad Media en que se hizo la transición del toro al caballo de tiro como animal para arar (un cambio que mejoró la eficiencia en un 30 %), o se mejoró el sistema tradicional de rotación de cultivos de dos campos al adoptar el sistema de tres campos.
Por ello la tecnología precapitalista fue generosa con las necesidades de los gobernantes, sacerdotes y guerreros. Su aplicación al trabajo diario y común era prácticamente ignorada.
Por supuesto existían buenos motivos por los cuales se ignoraba el uso de la tecnología en la vida diaria. El efecto principal del cambio tecnológico en la actividad diaria es aumentar la producción, incrementar la productividad del trabajador, pero en una sociedad aún reglamentada por la tradición y la autoridad, donde la producción la llevaban a cabo principalmente los siervos y los esclavos así como los artesanos impulsados por la costumbre, había pocos incentivos para lograr aumentos en la producción. La mayor parte de cualquier aumento en los rendimientos agrícolas iría a parar al señor mediante alquileres más altos, no al siervo o al esclavo que los producía. Además los nobles despreciaban el duro y sucio trabajo agrícola, por lo tanto no estaban muy interesados en mejorar la tecnología.
Pero al surgir el capitalismo fue creciendo la importancia del mercado, los productores tenían que ganarse un lugar por sí mismos día tras día, y esto alteró en forma radical la posición de la tecnología, en particular en los pequeños talleres y fábricas que eran las áreas de gestación de la revolución capitalista. Aquí la lucha abierta obligó a buscar un punto de apoyo en la lucha por la subsistencia y la tecnología era uno de estos puntos disponibles para cualquier capitalista con aspiraciones, con una mente inquisidora y con un conocimiento de los procesos reales de la producción. Se buscaba un invento o avance que pudiera disminuir los costos o cambiar un producto para darle una ventaja sobre sus competidores. El esfuerzo por competir en el mercado trajo consigo la llamada Revolución Industrial, período que trajo cambios sorprendentes y en los cuales aparecieron nuevos tipos de bienes y servicios que cambiaron radicalmente la vida diaria, la producción se incrementó considerablemente y se mejoró el nivel de vida de la gente.
Introducción a la Revolución Industrial
Ya sabemos que la economía es la institución social por la que se organiza la producción, distribución, el cambio y el consumo de bienes y servicios.
Los bienes son productos de consumo (alimentos, ropa, vivienda, etc.), los bienes de lujo (yates, automóviles, piscinas, etc.) y los bienes de capital (edificios, bodegas, maquinarias, etc.).
Los servicios son aquellos productos intangibles: la educación, el servicio de salud, el turismo, la recreación, la comercialización de bienes de consumo, etc.
De igual manera conocemos que las sociedades han evolucionado del autoconsumo: (cazadores y recolectores, sociedades agrícolas y ganaderas, esclavistas, feudales) a las sociedades de mercado fundadas en la industria, el desarrollo tecnológico permanente y la venta masiva de bienes generados en la producción en serie. Estas sociedades de mercado sólo fueron posibles con el surgimiento y consolidación de la Revolución Industrial.

La Revolución Industrial
La primera gran revolución económica mundial fue el surgimiento de la agricultura y la segunda fue la Revolución Industrial. Esta surgió a mediados del siglo XVIII y tuvo lugar en primera instancia en Inglaterra y se extendió con posteridad a Europa y Norteamérica. Los principales cambios de este proceso económico fueron:
a. El uso de nuevas fuentes de energía: En 1765 se empieza a utilizar la máquina a vapor de James Watt y este invento multiplicó por cien la capacidad productiva de la fuerza humana, y desde muy pronto se aplicó a maquinaria pesada, obteniéndose una eficacia productiva sin precedentes.
b. La centralización de la producción en las fábricas: Se fue extinguiendo la industria artesanal que se llevaba a cabo en los hogares. Surgieron las fábricas - centros de trabajo masificados e impersonales – lejos del hogar de los trabajadores. La esfera del hogar se separó definitivamente de la esfera de lo familiar, y el trabajo dejó de ser un elemento del ámbito privado para pasar a ser del ámbito público.
c. Las manufacturas y la producción a gran escala: Se superó de manera definitiva la economía en donde dominaba la siembra y recolección de cosechas y la domesticación de animales. Con la revolución tecnológica, las materias primas de la naturaleza se transformaban en las fábricas y en ellas se generaba una producción en gran escala, como por ejemplo textiles a partir de la transformación de la lana o el algodón.
d. La especialización laboral: En las fábricas se utiliza una producción en cadena, de tal modo que un trabajador en particular contribuye sólo con una mínima parte en el proceso productivo, es decir el trabajador se especializa, pero sus tareas son monótonas y rutinarias.
e. La introducción del trabajo asalariado: Los trabajadores industriales alquilan su fuerza de trabajo a un empleador o patrono, y con el salario que reciben compran los bienes y servicios que les venden los mismos patronos.

Los beneficios de la nueva era se repartieron de manera muy desigual. La élite capitalista amasaba grandes fortunas y la mayor parte de los trabajadores sobrevivía en situaciones de extrema pobreza, incluso los niños y las mujeres laboraban en jornadas largas y extenuantes.
La revolución de la información y la sociedad post –industrial
La industrialización es, por naturaleza, un proceso continuo. En Europa y Norteamérica, los trabajadores comenzaron a unirse en sindicatos para defender sus intereses colectivos frente a los patronos. Los gobiernos empezaron a prohibir el trabajo infantil y a exigir mejoras en la salubridad y la seguridad de las fábricas, además de impulsar el salario mínimo. Mejoró la educación y empezaron a ir a las escuelas y colegios los hijos de los desamparados.
La producción también se transformó. A mediados del siglo XX, la mayor parte de los países europeos y los Estados Unidos se habían transformado en economías post – industriales, es decir, sistemas productivos basados en la provisión de servicios y alta tecnología. Las empresas se automatizaron y el trabajo de los operarios se empezó a reducir. La mayor parte de los trabajadores labora en el sector de los servicios (educación, la salud, la banca, el comercio, los medios de comunicación, etc.

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