domingo, 27 de marzo de 2011

Negocio redondo

Negocio redondo
Un estudio reciente del Instituto de Medicina de Estados Unidos revela evidencia contundente sobre los vínculos entre la publicidad de alimentos dirigida a los niños y la obesidad infantil.
Por Ilse Borrero*
Fecha: 07/24/2006 -
“Has comido mucho dulce y nada que te alimente, no puedes comer más chocolate”, le gritaba en el supermercado hace unos días, ya con furia, una madre desesperada a su hijo de unos tres años, mientras luchaba por arrancarle de sus rollizos deditos un pirulí de chocolate al que el chiquitín se aferraba con el único y valioso argumento que repetía entre su escandaloso llanto: “el chocolate me da energía, eso dice la tele”. ¿Y quién se lo discutía? La publicidad se ha convertido en la máxima autoridad nutricional de los niños.

Así lo demuestra una investigación adelantada por el Instituto de Medicina de Estados Unidos (IOM), a petición del Congreso de ese país, para analizar qué tanta responsabilidad le cabía a la publicidad que anuncia comidas y golosinas infantiles en el sobrepeso entre los niños estadounidenses.

El documento del IOM, titulado: Mercadeo de alimentos para niños y jóvenes: ¿Amenaza u oportunidad? (Marketing to Children and Youth: Threat or Opportunity) es contundente al señalar que los productores y anunciantes de este tipo de “comida ‘chatarra’”, no sólo están ayudando a engordar y enfermar a los niños, al invitarlos a consumir algo que les hace daño, sino que intencionalmente se estarían aprovechando de la inocencia de los pequeños para engrosar sus bolsillos, a costo de la salud de los menores.
El New England Journal of Medicine, una de las publicaciones médicas más respetadas en el mundo, el estudio deja claro que el mercadeo de gaseosas, paqueticos, dulces, etc., va dirigido expresamente a niños que aún no pueden distinguir entre lo que es propaganda y la realidad, y los induce, de esta manera, a consumir productos de alto contenido calórico y muy bajo aporte nutricional

Tras examinar 123 estudios previos, en la más completa revisión antes hecha a la bibliografía científica sobre los vínculos entre la publicidad de comidas para niños, sus hábitos de consumo y la capacidad de acumular grasa, la evidencia que encontraron los expertos del IOM concluye que la comercialización de estos alimentos sí influye fuertemente en las preferencias y los patrones de consumo de los menores, y aumenta, por consiguiente, el riesgo de obesidad entre ellos.

A pesar de ser un tema gordo, los resultados de la investigación no han sido muy publicitados. Aunque el IOM debe divulgar todas sus investigaciones, el reporte da cuenta de las dificultades que encontraron los expertos para obtener la información necesaria de las compañías de “comida ‘chatarra’”. Una probable explicación sería que el documento revela una lista con los nombres de varias importantes empresas de alimentos que realizan investigación de mercados dirigida específicamente a niños, incluso en edad preescolar, y que, a través de sesiones de muestras de fotografías, o de focus groups, intentan influir y escudriñar en las motivaciones sicológicas tras las preferencias alimenticias de los niños, y hasta en las siquis de las madres, como las personas que deciden qué se come y qué no, en los hogares.

El documento alerta sobre cómo este sector comercial está alimentando una gran base de datos y de investigación para explotar la capacidad de sugestión de los niños más pequeños pensando sólo en su negocio y no en la salud de los menores. Quizás el propósito más oscuro de la comercialización de estos productos es persuadir a los niños de comer alimentos hechos supuestamente “justo para ellos”, y no lo que comen los adultos. Algunas campañas buscan convencer a los niños de que ellos saben más que sus padres acerca de lo que se “debe” comer. De esta forma, como señala el informe, los publicistas explícitamente tratan de minar las decisiones familiares sobre las preferencias alimenticias, al venderles a los niños la idea de que son ellos y no los mayores quienes deben controlar esas decisiones.

Un problema mundial

Según cifras del Centro Nacional de Estadísticas (NCHS) de Estados Unidos, se estima que un 17% de los niños y adolescentes en edades entre los 2 y 19 años tiene sobrepeso, unas cifras que se han triplicado desde finales de los 70 hacia acá, y cuyas consecuencias directas se ven reflejadas en el aumento, también, de los casos de diabetes tipo 2 en las consultas de los pediatras. La preocupación aumenta si se tiene en cuenta que 30% de los niños y niñas obesos acaban siendo adultos obesos. Colombia no está ajena a esa problemática y figura hoy en el tercer lugar de Latinoamérica en los índices de obesidad, después de Brasil y México. Y aunque no existen estudios muy recientes, se estima que en el país, uno de cada 15 niños tiene sobrepeso u obesidad.

Las conclusiones de este estudio son altamente preocupantes porque, como señala el Profesor de la Universidad de Nueva York Marion Nestle, autoridad mundial en nutrición y salud pública, a pesar de que los publicistas se resguardan en la libertad de expresión y de mercado y se justifican en estar “entrenando” a los menores para su ingreso a la cultura del consumo, es claro también que ellos no están vendiendo cualquier producto de consumo, “están ofreciendo comida ‘chatarra’ a niños que estarían mejor si no la comen”. De hecho, en otro estudio sobre la dieta de la población escolar en Estados Unidos, reportado por la OPS, se demostró que una lata diaria de bebida azucarada aumentaba el riesgo de obesidad infantil en un 60%. Nuestro organismo metaboliza hasta 100 gramos de azúcar en el hígado y 200 gramos en los músculos. El resto se convierte en grasa.

Sin embargo –revela el informe–, desde 1994, estas empresas en Estados Unidos han lanzado al mercado cerca de 600 nuevos productos hipercalóricos para niños; la mitad de ellos dulces, chicles y golosinas de esas de colores y formas impensables, texturas viscosas o flexibles que adornan y desbordan hoy las cajas de supermercados de todo el planeta, donde, fijo, de algo se antojan los menores. Según expertos, hacia los dos años la mayoría de los niños puede ya reconocer productos en exhibición y pedirlos por su nombre. Por supuesto, el presupuesto que invierten estas empresas en publicidad anualmente es igual de abultado al de sus intereses y se estima en 10 billones de dólares. Para hacernos una idea, en 2004, Kellogg gastó 22,2 millones sólo en publicidad en los medios; Cheez it, 139,8 millones, y ni hablar del gigante Mc Donalds, que gastó 528,8 millones, que se tradujeron en ventas por 24,4 billones y quién sabe cuantos miles de niños obesos más.

Aunque la televisión sigue siendo el medio preferido por los anunciantes para vender esta comida, se imponen nuevas modalidades. Las presentaciones del producto en juguetes, juegos, tatuajes, calcomanías, materiales educativos, canciones; y el empleo de celebridades, caricaturas y superhéroes, son estrategias cada día más utilizadas, lo mismo que campañas menos visibles, pero igual de impactantes, a través de Internet .

La investigación del IOM advierte “la necesidad y la oportunidad para utilizar esa fuerza e influencia de la comercialización del mercado de comidas y bebidas infantiles hacia una mejor dieta de los niños y jóvenes americanos”, y por ahí derecho, claro está, la de los menores de todo el mundo a quienes cada día llegan más sus productos y sus anuncios gracias a la globalización.

La reacción de las compañías

Para sortear los primeros pleitos judiciales y ante la amenaza de una avalancha de demandas de parte de grupos de defensa y padres de familia, las compañías han empezado a enmendar su pecado con apoyos a programas de salud y promoción del ejercicio. También se esfuerzan por hacer parecer sus productos más saludables. Así, es cada vez más frecuente encontrar dulces y bebidas azucaradas enriquecidos con fibra, vitaminas y minerales, cereales y chocolates integrales y pasabocas de paquete bajos en grasa.

Pero, como señala el IOM en su documento, las compañías deben hacer mucho más. Los esfuerzos realizados por el sector y por las agencias del gobierno encargadas de promover una alimentación más saludable entre los más pequeños “está lejos o muy por debajo de su potencial real”; y sentencia: “Si los esfuerzos voluntarios del sector por reenfocar la publicidad sobre los alimentos saludables fallan, entonces el Congreso debería legislar sobre el tema y ordenar por ley ese cambio”. Lamentablemente, el poder del IOM sólo le alcanza para hacer recomendaciones.

Más de 50 países regulan la publicidad en televisión dirigida a niños. En lugares como Australia, por ejemplo, está prohibida la publicidad de alimentos para niños menores de 14 años; Holanda restringe los anuncios de dulces y confites para aquellos menores de 12, y Suecia no permite el uso de historietas y caricaturas para promover los alimentos a los niños de menos de 12 años. Pero ni siquiera estas medidas han funcionado para frenar el avance de la obesidad infantil. Las tasas de esta enfermedad en la Unión Europea también están en alza. Mientras tanto, las acciones en Estados Unidos, donde el mal es considerado ya una epidemia, se limitan a aplicar regulaciones sólo al tiempo al aire de los comerciales. Se permiten hasta 12 minutos de comerciales por hora entre semana, y 10 minutos y medio minutos por hora, los fines de semana.

El informe desafía, pues, a los anunciantes, a usar su creatividad para promover una alimentación más sana, y da evidencia suficiente a las autoridades para que intervengan de manera directa sobre el problema, e impongan controles y prohibiciones sobre el uso de caricaturas, celebridades y juguetes como gancho para alentar a los niños a consumir estos alimentos repletos de calorías. Así mismo, comprometiendo a escuelas, colegios y medios de comunicación a estimular el consumo de frutas y vegetales. Y quizá lo más importante, obligar a estas empresas productoras a informar, en etiquetas y empaques, los peligros que sus productos suponen para la salud. A lo mejor, esto tampoco será suficiente. Pero, sin duda, los padres la verán más fácil para animar a sus niños a comer más saludablemente.

El adolescente global

El adolescente global
Naomi Klein

Diversidad. La que sea- Eslogan de una campaña publicitaria de 1998 – 19999 de los garndea almacenes de Canadá.

Por supuesto, no todos son igualmente favorables a la idea de tratar la cultura y la nacionalidad como accesorios de moda de quita y pon. Quienes han peleado guerras y sobrevivido revoluciones tienden a proteger sus tradiciones nacionales. Los absolutamente pobres, que constituyen un cuarto de la población mundial, tampoco tienen problemas para aceptar la homogenización mundial, sobretodo porque la televisión por cable y la mayoría de los productos de marca son solo un rumor en esas partes del mundo en vías de desarrollo, donde un total de 1.300 millones de personas viven con un dólar o menos al día. No, la gran esperanza mundial son los jóvenes que viven en los países desarrollados y semidesarrollados. Más que nada y que nadie, los adolescentes de clase media, cubiertos de marcas y decididos a introducirse en el molde creado por los medios, se han convertido en los símbolos más poderosos de la globalización.

Esto ha sucedido por diversas razones. La primera es que, como en el mercado estadounidense, hay muchísimos de ellos. El mundo rebosa de adolescentes, especialmente en los países del sur donde la ONU calcula que 507 millones de adultos morirán antes de cumplir 40 años. Dos tercios de la población de Asia tienen menos de 30 a causa de los años de sangrientas guerras, y alrededor del 50% e la población de Vietnam nació después de 1975. En total, se considera que el sector demográfico juvenil mundial comprende 1000 millones de personas, y esos adolescentes consumen una cuota desproporcionada de los ingresos de sus familias. En China, por ejemplo, sigue siendo poco probable que todos los miembros de la familia practiquen un consumismo elevado. Pero, según dicen los investigadores e mercado, los chinos hacen enormes sacrificios por la juventud, y en especial por los barones pequeños, un valor de gran interés para los fabricantes de teléfonos móviles y de zapatillas. Laurie Klein, de Just Kid Inc., una empresa estadounidense que hizo un estudio de los adolescentes chinos, descubrió que si bien la mama, el papa y los abuelos pueden prescindir de la electricidad, su hijo único (de acuerdo con la política nacional de control de la natalidad) suele disfrutar de lo que se conoce como “el síndrome de pequeño emperador” que ella denomina el fenómeno “del 4-2-1” cuatro ancianos y dos personas mayores se privan de todo para que un niño pueda convertirse en un clon de la MTV. “Cuando los padres y cuatro abuelos gastan en un solo niño, no es difícil saber que ése es el mercado adecuado”, dice un capitalista que opera en China. Además, dado que los niños absorben mejor la cultura de sus padres, muchas veces se convierte en los compradores más asiduos de la familia, incluso en lo relacionado con los artículos básicos del hogar. En general, lo que indica este estudio es que aunque los adultos pueden mantener sus tradiciones y costumbres, los adolescentes mundiales las están abandonando como si fueran las modas del año anterior. “Prefieren la coca-cola al te, las Nike a las sandalias, los Chicken McNuggets al arroz y las tarjetas de crédito al dinero”, dijo Wall Street Journal Joseph Quinlan, economista sénior de Dan Witter Reynolds Inc. El mensaje es claro: gañese a los chicos y tendrá toda la familia y el mercado del futuro.
Magnificada por esta retórica, la imagen del adolescente global sobrevuela el planeta como una alucinación eufórica de las empresas. Estos niños, insisten en decirnos, no viven en un lugar geográfico, sino en un espacio mundial de consumo, conectados desde sus teléfonos móviles con bloques de noticias de Internet; los reúnen las playstations de Sony, los videos de la MTV y los juegos de la NBA. El “Estudio sobre los Adolescentes del Nuevo Mundo” entrevistó a 27.600 jóvenes de clase media de cuarenta y cinco países, cuyas edades oscilaban entre los 15 y los 18 años, y ofreció excelentes noticias a sus clientes, entre los que se cuentan Coca – Cola, Burger King y Philips. “A pesar de las diferencias culturales, los jóvenes de clase media de todo el mundo parecen vivir en un universo paralelo. Se levantan por la mañana y se ponen sus Levi´s y sus Niké, toman sus abrigos, sus macutos y sus CD Sony y se marchan al colegio”. Elissa Moses, vicepresidenta primera de la agencia publicitaria, calificó la aparición del sector demográfico juvenil como “una de las mayores oportunidades de comercialización de todos los tiempos”. Pero antes de que las marcas logren vender los mismos productos del mismo modo en todo el planeta, los primeros jóvenes deben identificarse con una nueva condición demográfica. Por esta razón, lo que la mayoría de las campañas publicitarias mundiales siguen vendiendo más agresivamente es la idea del mercado juvenil mundial, un caleidoscopio de rostros de todas las etnias que se confunden entre sí: trenzas rasta, cabellos rosados, manos pintadas con henna, algunas banderas nacionales y carteles luminosos extranjeros, en cantonés y en árabe, y unos toques de palabras inglesas, todo ello sobre capas de ejemplares de música electrónica. La nacionalidad, la lengua, la etnia, la religión y la política quedan reducidos a sus accesorios más coloridos y exóticos, asegurándonos al unísono que, como Renzo Rosso, el presidente de Diesel, “nunca hay un “ellos y nosotros”, sino un gigantesco “nosotros”.
Para alcanzar este estado de unicidad, a veces es necesario poner a los adolescentes globales en contra de sus anticuados mayores, a quienes no les gusta el aspecto radical de la tela de los vaqueros. Por ejemplo, un anuncio televisivo de los vaqueros Diesel muestra dos adolescentes coreanos que se convierten en aves después de suicidarse en conjunto, encontrando la felicidad solamente en la rendición incondicional a esa marca. En ellos, el producto final es el adolescente global, y no el refresco, el helado, las zapatillas ni los pantalones, que debe existir como realidad demográfica en la mente de los consumidores jóvenes de todo el mundo, pues de otro modo todo el ejercicio del marketing global se derrumba. Por esta razón, el marketing joven global es repetitivo y adormecedor, ebrio con la idea de lo que intenta crear: un tercer concepto de nacionalidad que no es estadounidense ni local, sino que reúne a los dos por medio de las compras.
En el centro del fenómeno de la juventud global se yergue MTV, que en 1998 llegaba a 273.5 millones de hogares de todo el mundo , sólo 70 millones de los cuales estaban en EE.UU. Hacia 1999, las ocho divisiones mundiales de la MTV emitían en 83 países y territorios, lo que es menos que el alcance de 212 países de la CNN, pero que aún así resulta impresionante. Además, el Estudio sobre los Adolescentes del Nuevo Mundo descubrió que el factor más importante que hace que gustos de los adolescentes de clase media que estudiaron sean los mismos, es la televisión, y en especial la MTV, que el 85% de ellos ve todos los días. Elissa Moses calificó a la emisora como “el principal boletín noticioso para crear imágenes de marca” y como “sistema público de referencia para toda una generación”. El alcance de esta programación no tiene precedentes desde la época en que las familias se reunían ante sus televisores para ver el programa de Ed Sullivan. Los adolescentes mundiales ven tanto MTV al día que la única experiencia cultural que comparten con sus padres es ante el estallido de una guerra, cuando todas sus miradas se dirigen hacia las imágenes de la CNN.
Y mientras más espectadores absorben la visión de la MTV de una tribu que intercambia culturas, que son los nómadas juveniles globales, más homogéneo es el mercado donde sus anunciadores venden sus productos. Según Chip Walter, director del Estudio sobre los Adolescentes del Nuevo Mundo, “es mucho más probable que los jóvenes que ven los vídeos musicales de la MTV vistan el mismo uniforme “juvenil” compuesto por vaqueros, zapatillas deportivas y cazadoras. Es mucho más probable que posean artículos electrónicos y que consuman productos “jóvenes” como caramelos, refrescos, pastas y comidas rápidas. También tienen mucha más probabilidad de emplear una amplia gama de productos de higiene personal”. En otras palabras, MTV Internacional se ha convertido en el catálogo más completo de las marcas en la vida actual.

El origen de las cosas

sábado, 19 de marzo de 2011

Las transformaciones sociales

EL SURGIMIENTO DE LA SOCIEDAD DE CLASES
Alfredo Ramos

Hasta el siglo XVIII, la sociedad estaba dividida en estamentos, grupos prácticamente cerrados a los que se accedía por nacimiento. A cada uno le correspondía desempeñar un papel distinto en la sociedad: la defensa militar correspondía a la aristocracia, la función espiritual, que incluía la cultura y la enseñanza, era desempeñada por el clero, y la función de proporcionar la manutención, derivada del trabajo, era atribuida al denominado tercer estado.
Esta división tripartita tenía carácter legal y en los parlamentos (también, llamados Cortes o Estados generales), a cada estamento le correspondía un voto.
Sin embargo, la auténtica división social era dual: privilegiados y no privilegiados, existían, además, leyes diferentes para cada grupo. Así, por ejemplo, los estamentos privilegiados, aristocracia y clero, no pagaban impuestos y además podían cobrarlos en beneficio propio; no podían ser sometidos a tormento -práctica habitual en la época para obtener confesiones- ni ajusticiados mediante horca o garrote, penas que eran consideradas infamantes. En caso de ejecución, debían ser decapitados.
Las sucesivas oleadas revolucionarias y los cambios económicos provocarán intensas transformaciones. Las leyes particulares para cada estamento desaparecerán y, con ellas, los estamentos, pues todos los individuos serán considerados iguales ante la ley. Incluso ante la muerte: la Revolución francesa difundió el sistema de decapitación mediante la guillotina, que igualaba en el cadalso a reyes y miserables, a aristócratas y plebeyos. Sin embargo, las diferencias de riqueza se hicieron cada vez más acusadas. La sociedad quedó dividida en clases, y mientras los grupos superiores se enriquecían considerablemente y llevaban una vida de lujo, la mayoría de la población vivía en condiciones deplorables, al límite de la subsistencia. Entre ambos, un grupo, la clase media, atendía negocios familiares en las ciudades o explotaciones propias en los campos. Así, la nueva sociedad quedaba dividida en tres grandes grupos: clases superiores, medias y bajas.

Clases superiores. Estaban formadas por dos grupos de distinto origen: la aristocracia y la alta burguesía. La nobleza, aun perdiendo privilegios y derechos señoriales, se había visto beneficiada por la consolidación y ampliación de sus propiedades tras las desamortizaciones y cercamientos.
El término burguesía aludía en esta época a los grupos dedicados a los negocios (finanzas, comercio o industria), de los que eran propietarios total o parcialmente. Á la alta burguesía pertenecían los grandes banqueros, los constructores del ferrocarril, los empresarios del sector textil, la minería o la siderurgia, los propietarios de compañías navales y de astilleros, los especuladores enriquecidos con la construcción inmobiliaria, etc. Entre aristócratas y burgueses enriquecidos se fue produciendo un acercamiento, cada vez mayor, intensificado por los lazos familiares por vía matrimonial y la identificación económica e ideológica: eran partidarios de la defensa de la propiedad, el orden social, una, moral conservadora de fundamento católico e, incluso, llegaron a tener gustos y costumbres afines.
Aristocracia y alta burguesía eran los únicos grupos que ejercían sus derechos de participación política, si exceptuamos los cuadros militares superiores y las profesiones liberales (catedráticos, médicos, abogados). Todos ellos componían el bloque con el que se formaban los gobiernos y los restringidos parlamentos del liberalismo moderado.
Clases medias. En ellas se incluyen los grupos de la llamada pequeña burguesía, formada por tenderos y comerciantes, de telas y ultramarinos principalmente. Estos últimos sustituyeron al comercio artesanal de los talleres y la venta ambulante. En las décadas finales de siglo aparecieron, en algunas grandes ciudades como Paris, los primeros grandes almacenes, que pondrían en peligro la continuidad de los pequeños tenderos. También se incluían en este grupo los propietarios de negocios de tipo familiar, con un reducido número de trabajadores, dedicados sobre todo a objetos de consumo, como pequeñas empresas textiles, de calzado, confección, mueble o alimentarías (harinas, aceite, corcho ... ).
Por su nivel de renta, también deberían incluirse aquí las profesiones liberales y los cargos militares de alto rango, salvo por la peculiaridad ya señalada: gozan de derechos políticos en un sistema de sufragio restringido. En las zonas rurales, corresponderían también a las clases medias los trabajadores que labraban sus propias tierras y que, ocasionalmente, emplean trabajadores agrícolas. A menudo se trata de herederos que se hacen cargo de las tierras familiares mientras que el resto de los hermanos busca trabajo en las ciudades.
Clases bajas. Los trabajadores constituían la mayor parte de la población, como había sucedido siempre. La novedad fue, sin embargo, la aparición del proletariado, constituido por los emigrantes rurales convertidos en obreros de las fábricas, las minas o la construcción, y cuyo único sustento proviene de su fuerza de trabajo, alquilada a cambio de un salario. La única seguridad para su futuro es su prole, es decir, el número de hijos que tengan, muchos de los cuales trabajan desde cortas edades. Ante la precaria situación laboral, un accidente, un despido, el cierre de la fábrica o la vejez, pueden significar la ruina de las familias
El antiguo sistema de organización del trabajo artesanal se basaba en los gremios, asociaciones obligatorias para los artesanos de un mismo oficio existentes en cada ciudad. Los maestros, dueños de los talleres, fijaban la duración de la jornada, los salarios, las condiciones de aprendizaje... En los talleres gremiales convivía el maestro con sus aprendices y oficiales (asalariados). La producción se hacía por encargo y el artesano elaboraba íntegramente el objeto manufacturado. La supresión de toda reglamentación laboral, impuesta por el liberalismo mediante la supresión de los gremios, y el establecimiento de la libre contratación (libre empresa), así como la prohibición de formar asociaciones obreras -Ley Chapelier (1791) en Francia, Combination Acts (1799-1800) en Gran Bretaña- abocaron al empeoramiento y degradación de las condiciones laborales: extensas jornadas (de 14 o más horas), subempleo femenino e infantil, descenso de salarios, despido libre... En la fábrica, como un engranaje más de una enorme máquina, el obrero realiza siempre la misma parte del proceso de producción. La rentabilidad es mucho mayor, como observa el economista escocés Adam Smith, pero no se tienen en cuenta las consecuencias sociales.


La manera como se practica hoy la fabricación de alfileres, no sólo la fabricación misma constituye un oficio aparte, sino que está dividida en varios ramos ( ... ) Un obrero estira el alambre, otro lo endereza, un tercero lo va cortando en trozos Iguales, un quinto obrero está ocupado en limar el extremo donde se va a colocar la cabeza ( .. ) En fin, el importante trabajo de hacer un alfiler queda dividido de esta manera en unas dieciocho operaciones distintas ( ...) (en una fábrica con diez obreros) podían hacer cada día, en conjunto, más de 48. 000 alfileres, cuya cantidad, dividida entre diez, correspondía a 4.800 por persona. En cambio, si cada uno hubiera trabajado separada e independientemente, y ninguno hubiera sido adiestrado en esta clase de tarea, es seguro que no habría podido hacer veinte, o tal vez, ni un solo alfiler al día ( ... ) Este aumento considerable en la cantidad de productos que un mismo número de personas puede confeccionar, como consecuencia de la división del trabajo, procede de tres circunstancias distintas; primera, de la mayor destreza de cada obrero en particular; segunda, del ahorro de tiempo que comúnmente se pierde en pasar de una ocupación a otra, y por último, de la invención de un gran número de máquinas, que facilitan y abrevian el trabajo, capacitando a un hombre para hacer la labor de muchos ( … ). (A. Smith: La riqueza de las naciones (1776). Citado en: Artola, M.: Textos fundamentales para la historia. Madrid, Alianza, págs. 520-521.)

La misma degradación se produjo en sus condiciones de vida. Desarraigados, repartían su tiempo entre las agotadoras jornadas en la fábrica, el desempleo y la taberna. Sobrevivían en casas sombrías y húmedas, sin agua ni retrete, compartiendo cocina, cohabitando con algunos animales domésticos comunes entre la gente necesitada ante la inseguridad que suponía el paro forzoso, los despidos o los accidentes laborales. Las habitaciones en las que se hacinaban familias enteras, mal ventiladas, eran parte de casas que daban a calles sin pavimentar, encharcadas, con un ambiente irrespirable consecuencia del humo de las fábricas y de la descomposición de basuras y excrementos.
Importancia creciente adquiere la masa de sirvientes domésticos, (grupo en el que era mayoritaria la población femenina). En el campo, los jornaleros, auténticos obreros agrícolas, que eran especialmente numerosos en la Europa mediterránea, estaban sometidos frecuentemente al paro estacional junto a ellos, los pequeños propietarios que, incapaces de subsistir con sus parcelas, se emplean también como jornaleros.

LA LUCHA POR LA IGUALDAD
El siglo XIX fue pródigo en la luchas por el mejoramiento de las condiciones de vida de los trabajadores. En Europa alimentados por las ideologías socialistas y anarquistas, y por la organización sindical, los trabajadores lograron: reducir la jornada laboral, mejorar las condiciones higiénicas y de seguridad en las empresas, aumentos salariales, pagos del servicio de salud, seguridad social, sistemas pensionales, etc.
Lo anterior no significa que las sociedades occidentales hayan logrado un sistema igualitario, todas siguen siendo sociedades desiguales. Los ricos controlan gran parte de la riqueza, tienen los mejores colegios y universidades, utilizan mejores médicos y consumen la mayor parte de bienes y servicios. La pobreza se mantiene y es mayor en los países cuyo nivel de desarrollo es menor. Por ejemplo, en América Latina si bien la clase media ha crecido con el desarrollo del capitalismo, sobre todo del sector servicios, los pobres tienen niveles de vida que rayan con la indigencia. En Colombia, por ejemplo, de los 44 millones de colombianos, 25 millones viven en la pobreza y 11 de esos 25, viven en la indigencia. En África la situación es más calamitosa. En Europa se ha logrado que la población goce de los beneficios básicos de la sociedad contemporánea.
Logros jurídicos
1. En las sociedades occidentales se defiende la igualdad ante la ley, aunque no necesariamente siempre es así.
2. Las sociedades occidentales valoran la autonomía y el esfuerzo personal. Esto no necesariamente se cumple a cabalidad, pues muchas veces el talento, el trabajo y las capacidades se ven superadas por el nacimiento y la posición social.
3. Las sociedades actuales se dividen en sociedades de la abundancia como Europa Occidental, Norteamérica y Japón, sociedades en vía de desarrollo, con graves problemas sociales, como América Latina, y sociedades paupérrimas como muchas africanas: Tanzania, Togo, Chad, Mauritania, Malí, etc.
4. Normalmente las personas viven cerca de las personas que son de su misma clase social.

Medidas de clase social
1. El prestigio: es la consideración social que tienen algunas profesiones u oficios.
2. La renta: Incluye los ingresos salariales más los beneficios que se derivan de las inversiones.
3. El patrimonio: Es el valor total de los bienes muebles e inmuebles, deduciendo las deudas pendientes.

La economía contemporánea

La economía contemporánea
Alfredo Ramos Osorio

Introducción
El sistema económico que vamos a estudiar se conoce como capitalismo o en ocasiones como sistema de libre empresa. Algunos sociólogos denominan a las sociedades capitalistas como sociedades legales – racionales y los economistas las llaman también sociedades de mercado.
Algunos hablan del capitalismo como si éste fuera tan viejo como las montañas, tan antiguo como la Biblia, pero una vez que se piensa en ello se da uno cuenta de que no es así. Nadie llamó a los faraones de Egipto “capitalistas”. Los griegos sobre los que escribió Homero no eran una sociedad mercantil, a pesar de que existían mercaderes y comerciantes en Grecia; tampoco era un sistema capitalista el Imperio Romano. Desde luego, la Europa medieval no era capitalista ni tampoco se podría utilizar la palabra capitalista para designar las brillantes civilizaciones de la India o China, sobre las que escribió Marco Polo, ni los grandes imperios de la antigua África o las economías islámicas de las que obtenemos algunas visiones en las Mil y una noches.
Pronto expondremos en forma explícita por qué éstas no eran economías capitalistas, pero debemos puntualizar que el capitalismo es un sistema económico moderno y que surgió después de miles de años de desarrollo de la historia de la humanidad.
Elementos del capitalismo
El surgimiento de un mercado de capitales: Las sociedades precapitalistas eran grandes reinos imperiales o pequeños dominios gobernados por señores locales (sociedad feudal). En todas esas sociedades grandes o pequeñas, la producción y la distribución de los bienes se llevaba a cabo bajo el control directo de los gobernantes. El campesino trabajando en los campos y el artesano en su taller no trabajaban como deseaban, por su propia cuenta. Cumplían en forma directa o indirecta las órdenes de la autoridad por encima de ellos, a cuyo poder y gloria estaba destinado su trabajo. A estas sociedades se les conoce como sistemas tributarios, dado que gran parte de la producción de los trabajadores se le debía entregar, en forma de tributo, a las autoridades o a los gobernantes. Hay que tener en cuenta que estas sociedades eran relativamente cerradas al intercambio y en ellas las decisiones sobre qué y cómo producir dependían básicamente, de la clase y de la cantidad de recursos de cada cual, y de la capacidad individual para transformarlos y disponer de ellos o ponerlos a disposición de otros miembros de la sociedad. Es decir eran sociedades de autoconsumo, donde la tecnología no permitía una gran producción (inexistencia de máquinas) y en donde los gobernantes dirigían la producción, organizando a los hombres y a las familias para el trabajo. Si bien había comercio, el objeto de la producción era suplir las necesidades de la comunidad y de la clase gobernante y no las exigencias del mercado como ocurre hoy. Los mercaderes, que realizaban sus actividades de intercambio, no controlaban el comercio de los alimentos básicos. Pero en la decadencia de la sociedad feudal fue aumentando la importancia de las actividades de compra y venta de mercancías y las autoridades empezaron a perder el control sobre estas actividades. Van surgiendo así los hombres de empresa, seres dinámicos cuya actividad iba dirigida a satisfacer las necesidades de los compradores y no de una comunidad en específico. Una de las características básicas de la sociedad capitalista es la existencia de un conjunto de hombres de empresa con el capital suficiente para invertirlo permanentemente, lo que les permite construir un sistema de mercado. Esto requiere necesariamente que la iniciativa privada tenga un margen de libertad para el desarrollo de los negocios. La iniciativa privada y el sistema de mercado terminan por liquidar los obstáculos establecidos por la autoridad y la tradición liberando la tierra, la fuerza de trabajo y los recursos en general del control de las autoridades tradicionales y los convierte en mercancías que se adquieren en el sistema del mercado.
Otro elemento esencial de la sociedad capitalista se manifiesta en la acumulación de riquezas sin precedente, bajo una nueva forma: riqueza no para el consumo ni para la ostentación, sino como riqueza para producir más riqueza (inversión de capitales).
Las sociedades precapitalistas o de autoconsumo tienen grandes testimonios de riqueza: las pirámides de Egipto, la muralla china, los monumentos de los incas, las magníficas catedrales medievales. Sin embargo, en esas sociedades la riqueza no estaba destinada a producir más riqueza, sino que se destinaba a la glorificación o la ostentación de los gobernantes.
Cuando observamos las sociedades que construyeron esos imperios y monumentos lo que nos sorprende es lo lenta que era su etapa normal de cambio; los pocos cambios que había en sus vidas diarias. Las fronteras de los imperios podían extenderse o contraerse, se podían realizar grandes obras durante la vida de un gobernante, pero el nivel de vida de las personas, especialmente de los trabajadores, variaba poco de un período a otro. Es sorprendente considerar que la dieta, la vivienda, la ropa, y las posesiones materiales de los campesinos egipcios al momento de la invasión de Egipto por Napoleón eran poco distintas, si es que lo eran, de las que existían al momento en que Kheops construyó su gigantesca pirámide. Asimismo, también el nivel de vida material de los campesinos franceses que observaron la construcción de la Catedral de Chartres no era muy diferente del que tenían sus antecesores que ayudaron a las legiones romanas a construir los acueductos a lo largo de la Galia.
Básicamente, es esa cualidad estática de la vida lo que viene a sustituir el capitalismo. Muchos historiadores han estimado que, entre la revolución americana y los momentos actuales, el volumen de bienes manufacturados aumentó en 1700 veces. Esta es una muestra de expansión y acumulación ante la cual palidecen por insignificantes los logros de las civilizaciones anteriores.
La fuerza impulsora radica en la aparición del mundo de los empresarios libres que ya no son controlados por el Estado. En las sociedades tributarias de autoconsumo, el exceso de la producción de la sociedad se dedicaba a la glorificación de los gobernantes mediante la construcción de monumentos destinados a perdurar a través de la historia, en armas para proteger el reino o simplemente en lujos mediante los cuales su majestad se mostraba al mundo. Lo cierto es que los hombres de empresa o burgueses convirtieron la riqueza en capital, una riqueza capaz de producir más riqueza.

La transformación de la naturaleza de la fuerza de trabajo: En las sociedades precapitalistas, la fuerza de trabajo era controlada por los grupos del clan dominante o por la aristocracia (nobles, reyes, faraones), utilizando numerosas formas de sujeción de los trabajadores (esclavismo, servilismo, gremialismo) que ataban la fuerza de trabajo y le impedían ingresar al sistema de mercado. Con el surgimiento del capitalismo surge un nuevo tipo de fuerza de trabajo: el trabajo asalariado, los trabajadores reciben una compensación económica por la labor desempeñada y son libres jurídicamente, pues no se pueden comprar ni vender. Su problema principal consiste en que si pierden su empleo viven en la inseguridad económica, El capitalismo requiere además de trabajadores capacitados, entrenados y adiestrados en las tecnologías modernas, obligando a la población a educarse en las directrices del sistema económico.
La revolución tecnológica de la producción: Para producir un alto volumen de mercancías es necesario que la producción se apoye en el empleo de maquinaria y de la energía mecánica. De esta manera se garantiza una gran producción de bienes en serie que requiere la sociedad de mercado. Esto implica además el mejoramiento de los procesos de especialización productiva y de la división social del trabajo.
La tecnología no es un fenómeno moderno. Las gigantescas piedras de Stonehenge, la precisión y la elegancia de las monumentales pirámides egipcias, los muros incas que se ajustan con tanta exactitud que una hoja de una navaja no puede pasar entre dos de sus bloques. La Gran Muralla China y los observatorios mayas son testimonios de que desde mucho antes la humanidad poseía la capacidad de transportar y levantar pesos asombrosos, cortar y dar forma a superficies duras y calcular problemas complejos.
A pesar de ello, aunque la tecnología precapitalista alcanzó grandes alturas, tenía una base muy restringida. Las herramientas básicas de la agricultura y de la artesanía sufrieron pequeños cambios durante milenios. Un invento tan “sencillo” como la collera de un caballo con una forma tal que evitar que el animal pudiera oprimirlo contra su tráquea, no apareció en toda la época gloriosa de Grecia ni en los triunfos de Roma Imperial. No fue sino hasta la Edad Media en que se hizo la transición del toro al caballo de tiro como animal para arar (un cambio que mejoró la eficiencia en un 30 %), o se mejoró el sistema tradicional de rotación de cultivos de dos campos al adoptar el sistema de tres campos.
Por ello la tecnología precapitalista fue generosa con las necesidades de los gobernantes, sacerdotes y guerreros. Su aplicación al trabajo diario y común era prácticamente ignorada.
Por supuesto existían buenos motivos por los cuales se ignoraba el uso de la tecnología en la vida diaria. El efecto principal del cambio tecnológico en la actividad diaria es aumentar la producción, incrementar la productividad del trabajador, pero en una sociedad aún reglamentada por la tradición y la autoridad, donde la producción la llevaban a cabo principalmente los siervos y los esclavos así como los artesanos impulsados por la costumbre, había pocos incentivos para lograr aumentos en la producción. La mayor parte de cualquier aumento en los rendimientos agrícolas iría a parar al señor mediante alquileres más altos, no al siervo o al esclavo que los producía. Además los nobles despreciaban el duro y sucio trabajo agrícola, por lo tanto no estaban muy interesados en mejorar la tecnología.
Pero al surgir el capitalismo fue creciendo la importancia del mercado, los productores tenían que ganarse un lugar por sí mismos día tras día, y esto alteró en forma radical la posición de la tecnología, en particular en los pequeños talleres y fábricas que eran las áreas de gestación de la revolución capitalista. Aquí la lucha abierta obligó a buscar un punto de apoyo en la lucha por la subsistencia y la tecnología era uno de estos puntos disponibles para cualquier capitalista con aspiraciones, con una mente inquisidora y con un conocimiento de los procesos reales de la producción. Se buscaba un invento o avance que pudiera disminuir los costos o cambiar un producto para darle una ventaja sobre sus competidores. El esfuerzo por competir en el mercado trajo consigo la llamada Revolución Industrial, período que trajo cambios sorprendentes y en los cuales aparecieron nuevos tipos de bienes y servicios que cambiaron radicalmente la vida diaria, la producción se incrementó considerablemente y se mejoró el nivel de vida de la gente.
Introducción a la Revolución Industrial
Ya sabemos que la economía es la institución social por la que se organiza la producción, distribución, el cambio y el consumo de bienes y servicios.
Los bienes son productos de consumo (alimentos, ropa, vivienda, etc.), los bienes de lujo (yates, automóviles, piscinas, etc.) y los bienes de capital (edificios, bodegas, maquinarias, etc.).
Los servicios son aquellos productos intangibles: la educación, el servicio de salud, el turismo, la recreación, la comercialización de bienes de consumo, etc.
De igual manera conocemos que las sociedades han evolucionado del autoconsumo: (cazadores y recolectores, sociedades agrícolas y ganaderas, esclavistas, feudales) a las sociedades de mercado fundadas en la industria, el desarrollo tecnológico permanente y la venta masiva de bienes generados en la producción en serie. Estas sociedades de mercado sólo fueron posibles con el surgimiento y consolidación de la Revolución Industrial.

La Revolución Industrial
La primera gran revolución económica mundial fue el surgimiento de la agricultura y la segunda fue la Revolución Industrial. Esta surgió a mediados del siglo XVIII y tuvo lugar en primera instancia en Inglaterra y se extendió con posteridad a Europa y Norteamérica. Los principales cambios de este proceso económico fueron:
a. El uso de nuevas fuentes de energía: En 1765 se empieza a utilizar la máquina a vapor de James Watt y este invento multiplicó por cien la capacidad productiva de la fuerza humana, y desde muy pronto se aplicó a maquinaria pesada, obteniéndose una eficacia productiva sin precedentes.
b. La centralización de la producción en las fábricas: Se fue extinguiendo la industria artesanal que se llevaba a cabo en los hogares. Surgieron las fábricas - centros de trabajo masificados e impersonales – lejos del hogar de los trabajadores. La esfera del hogar se separó definitivamente de la esfera de lo familiar, y el trabajo dejó de ser un elemento del ámbito privado para pasar a ser del ámbito público.
c. Las manufacturas y la producción a gran escala: Se superó de manera definitiva la economía en donde dominaba la siembra y recolección de cosechas y la domesticación de animales. Con la revolución tecnológica, las materias primas de la naturaleza se transformaban en las fábricas y en ellas se generaba una producción en gran escala, como por ejemplo textiles a partir de la transformación de la lana o el algodón.
d. La especialización laboral: En las fábricas se utiliza una producción en cadena, de tal modo que un trabajador en particular contribuye sólo con una mínima parte en el proceso productivo, es decir el trabajador se especializa, pero sus tareas son monótonas y rutinarias.
e. La introducción del trabajo asalariado: Los trabajadores industriales alquilan su fuerza de trabajo a un empleador o patrono, y con el salario que reciben compran los bienes y servicios que les venden los mismos patronos.

Los beneficios de la nueva era se repartieron de manera muy desigual. La élite capitalista amasaba grandes fortunas y la mayor parte de los trabajadores sobrevivía en situaciones de extrema pobreza, incluso los niños y las mujeres laboraban en jornadas largas y extenuantes.
La revolución de la información y la sociedad post –industrial
La industrialización es, por naturaleza, un proceso continuo. En Europa y Norteamérica, los trabajadores comenzaron a unirse en sindicatos para defender sus intereses colectivos frente a los patronos. Los gobiernos empezaron a prohibir el trabajo infantil y a exigir mejoras en la salubridad y la seguridad de las fábricas, además de impulsar el salario mínimo. Mejoró la educación y empezaron a ir a las escuelas y colegios los hijos de los desamparados.
La producción también se transformó. A mediados del siglo XX, la mayor parte de los países europeos y los Estados Unidos se habían transformado en economías post – industriales, es decir, sistemas productivos basados en la provisión de servicios y alta tecnología. Las empresas se automatizaron y el trabajo de los operarios se empezó a reducir. La mayor parte de los trabajadores labora en el sector de los servicios (educación, la salud, la banca, el comercio, los medios de comunicación, etc.

Evolución de las sociedades humanas

EVOLUCIÓN DE LAS SOCIEDADES HUMANAS
Alfredo Ramos


Tomado de: Macionis y Plumer, Sociología. Editorial Prentice Hall

Sociedades de cazadores y recolectores
Son sociedades que disponen de tecnologías simples que les sirven para cazar animales y recolectar alimentos. Desde el origen de la especie humana hasta hace unos doce mil años, todas las sociedades eran sociedades de cazadores y recolectores. hace pocos siglos este tipo de sociedad era todavía relativamente frecuente en algunos territorios, pero hoy en día quedan pocas sociedades de este tipo: Los aka y los pigmeos de África central, los bosquimanos de África suroccidental, los aborígenes australianos, los indios kaska del Canadá noroccidental, y los batek y semai de Malasia.
Sin tecnologías que les sirvan para producir alimentos, los miembros de estas sociedades están continuamente buscando comida en su entorno natural. Se dividen en pequeñas bandas nómadas y se desplazan siguiendo la ruta de animales migratorios o cuando han agotado los recursos naturales de la zona.
Están organizadas por vínculos de parentesco. La familia obtiene y distribuye los alimentos, protege a sus miembros más débiles y enseña a los niños las habilidades básicas de la supervivencia. Los más jóvenes y los más viejos contribuyen en lo poco que pueden. Los adultos sanos tienen la responsabilidad de obtener los alimentos. De la recolección de frutos y alimentos vegetales se suelen encargar las mujeres, y los hombres suelen especializarse en la caza. A pesar de esta división del trabajo y de responsabilidades, hombres y mujeres tienen una posición social semejante.
No existe un poder político formal. En la mayoría de ellas existe la figura del chaman, un líder espiritual que puede tener cierto prestigio en el grupo. El chaman no recibe ningún tipo de beneficio o compensación material por serlo, y tiene que colaborar en la búsqueda de alimentos como cualquier otro miembro de la comunidad. También, aquellos que parecen más hábiles en la caza o en la búsqueda de alimentos pueden tener más prestigio social, pero en realidad la organización de este tipo de sociedades es relativamente simple e igualitaria.
Estas sociedades no suelen ser sociedades guerreras, las lanzas, las flechas o los cuchillos de piedra se usan para la caza, pero no para la guerra. Muchos mueren en los primeros años de vida y, quizá, la mitad no llegue a superar los veinte años de edad.
A lo largo del siglo XX, muchas de estas sociedades se han visto fuertemente amenazadas por otras sociedades tecnológicamente más complejas, que las han arrinconado en espacios cada vez más reducidos y dañado seriamente sus entornos naturales.

Primeras sociedades agrícolas y ganaderas
Hace diez o doce mil años nuevas tecnologías transformaron muchas antiguas sociedades de cazadores y recolectores. Se desarrolló, en primer lugar, una tecnología agrícola rudimentaria, que permitía la producción de alimentos en pequeña escala. Las herramientas más características en este período son la azada, para remover la tierra, y todo tipo de utensilios utilizados para cavar y plantar las semillas. Parece ser que se empezó a utilizar estas herramientas en las tierras fértiles de Oriente Medio. Por un proceso de difusión cultural, estas nuevas técnicas agrícolas ya se habían extendido en la mayor parte del mundo hace unos seis mil años.
También hubo otras sociedades, en particular las que habitaban regiones más áridas o montañosas, que no encontraron grandes beneficios en las nuevas técnicas agrícolas. Estos grupos, sin embargo, desarrollaron otra tecnología, la del pastoreo, y que consiste en la domesticación de animales. También hubo sociedades que combinaron las dos tecnologías. Hoy, en día, hay sociedades de este tipo en América del Sur, África y Asia.
La domesticación de animales y el cultivo de pequeños terrenos aumentó rápidamente la producción de alimentos. Esto permitió que las sociedades pudieran aumentar de tamaño, al ser posible alimentar no a docenas, sino a centenares de personas. Las sociedades especializadas en el pastoreo siguieron siendo nómadas, pues tenían que mudarse constantemente en busca de pastos frescos para el ganado. Las agrícolas comenzaron a crear asentamientos más o menos permanentes, que se abandonaban cuando los campos dejaban de rendir lo suficiente.
La posibilidad de producir alimentos implicó la creación de un excedente material, esto es, se obtenían más recursos de los necesarios para la supervivencia diaria. Estos excedentes permitieron que algunas personas pudieran dedicarse a otras actividades de la producción de alimentos, como la fabricación de herramientas, el comercio, la interpretación de señales divinas, etc.
Las creencias religiosas también sufrieron ciertos cambios. Mientras que los miembros de las sociedades de cazadores y recolectores solían pensar que el mundo estaba habitado por espíritus, los de las sociedades agrícolas practicaban el culto a los antepasados y solían pensar en la figura de Dios como el creador. Las sociedades de pastores dieron un paso más y pensaban que Dios intervenía directamente en el destino de la comunidad. La metáfora de Dios como el “pastor” de la comunidad (que era su rebaño) la comparten el cristianismo, el judaísmo y el Islam, tres religiones que nacieron en Oriente Medio y a partir de las creencias religiosas de las sociedades de pastores.
Un mayor nivel de especialización y de complejidad en la organización social también produce un mayor nivel de desigualdad social. Siempre había familias o clanes que podían producir más que otros, con lo que obtenían más prestigio social y poder o influencia sobre el resto de la comunidad. Las alianzas con familias o clanes de igual prestigio o posición social servían para reforzar la preeminencia social de esas familias y garantizar su transmisión a sus herederos. Con ello emergieron los sistemas formales de desigualdad social. Y así también sistemas políticos de dominación (gobiernos rudimentarios) que, respaldados por una fuerza militar, tenían como finalidad proteger la posición social y económica de las familias o clanes más favorecidos. En un principio eran gobiernos que sólo podían tener autoridad sobre un territorio pequeño y un número bastante limitado de personas. Hubo avances tecnológicos, ciertamente, pero esos avances también dieron paso a instituciones como la esclavitud o a situaciones de guerra permanente.

Sociedades agrarias
Hace alrededor de unos cinco mil años se produjo en Oriente Medio una nueva revolución tecnológica que transformó la historia de la humanidad. Se trata nada y nada menos que el descubrimiento de la agricultura a gran escala, facilitada por la invención del arado y el empleo de animales de tiro. La importancia de este avance tecnológico, junto con la invención de la rueda, de los sistemas de irrigación, la escritura, la numeración y el uso cada vez más extensivo de los metales marcan claramente un período de la historia de la sociedad.
El uso del arado permitió el cultivo de extensiones de tierra mucho más grandes que lo que permitía la azada u otras herramientas semejantes. Con el arado, además, se podía remover y airear la tierra mucho mejor que con la azada, con lo que, además de aumentar el rendimiento del suelo, se consiguió prolongar la fertilidad del suelo. Esta tecnología permitió a las sociedades agrarias cultivar las mismas tierras durante varios decenios, y así crear asentamientos permanentes. Los excedentes alimentarios, y la posibilidad de transportarlos en carros tirados por animales, supuso la creación de sociedades de grandes dimensiones, en términos de población y territorio. Y también, de grandes imperios. Se ha calculado que, en su período de esplendor, vivían en el Imperio Romano unos setenta millones de personas, en una extensión de cinco millones de kilómetros cuadrados.
Como ya había sucedido en la etapa anterior, un mayor excedente de recursos produjo un mayor grado de complejidad social. Algunas tareas que antes acaso todo el mundo realizaba (como abrir campos o conservar o custodiar alimentos) se convirtieron en ocupaciones especializadas. La especialización hizo obsoleto el viejo sistema de trueque, y así no tardo en aparecer el dinero. A su vez, la invención del dinero facilitó el comercio y consecuentemente, el desarrollo de las ciudades, que eran el centro de las transacciones comerciales.
Las sociedades agrarias eran también sociedades profundamente desiguales. En el extremo inferior estaban los esclavos y los campesinos, la fuerza de trabajo de las élites. Libres de trabajo manual, las élites de estas sociedades podían dedicarse a la filosofía y las artes; y, por supuesto, al gobierno de la sociedad.
Si bien en las sociedades de cazadores y recolectores y, hasta cierto, en las agrícolas las mujeres tenían un papel fundamental en la provisión de alimentos, con la invención del arado las mujeres fueron relegadas a tareas subsidiarias o secundarias.
La religión reforzó el poder de las élites. Las creencias religiosas reforzaron la idea de que las personas estaban obligadas moralmente a ejercer aquellos trabajos que les correspondieran según su posición en la jerarquía social. Muchas de las maravillas del mundo antiguo, como la muralla china o las grandes pirámides de Egipto, fueron posibles porque emperadores y faraones ejercían un poder absoluto sobre grandes contingentes de personas, obligadas a trabajar en las peores condiciones y sin esperanza de mejora.
Para mantener el control de los imperios se hizo necesario formar y reclutar toda suerte de burócratas y servidores, encargados de administrar y controlar los dominios. De esta forma, junto con unas economías florecientes, emergieron los aparatos políticos y administrativos como esfera aparte o separada de la vida social.

Sociedades industriales
Una nueva transformación tuvo lugar con el desarrollo de la tecnología industrial, basada en el empleo de maquinaria especializada por medio de fuentes avanzadas de energía. Hasta la época industrial, la principal fuente de energía había sido la energía muscular del hombre y los animales de carga. Al inicio de la Revolución Industrial, que podemos datar a mediados del siglo XVIII, se empezó a generalizar el uso de la energía hidráulica en talleres y fábricas. Más adelante se empezó a emplear el vapor, lo que permitió el empleo de maquinaria más grande, pesada y eficiente.
La invención de estas tecnologías disparó un proceso de cambio social inimaginable hasta entonces. En el trascurso de cien años, las sociedades que incorporaron estas tecnologías cambiaron mucho más de lo que habían cambiado en miles de años en el pasado. En el siglo XIX, los ferrocarriles y los barcos de vapor revolucionaron los transportes. Al poco tiempo, en algunas ciudades se empezaron a construir rascacielos que, haciendo pequeñas las viejas catedrales, simbolizaban muy bien la llegada de una nueva era.
En los inicios del siglo XIX, el motor de combustión transformó aún más las sociedades, y la electricidad cambiaría drásticamente la vida cotidiana de las personas. El teléfono, la radio y la televisión explican la emergencia de lo que se llama la “cultura de masas”. Estos medios de comunicación fueron recortando gradualmente la importancia de las distancias geográficas, haciendo el mundo cada vez más pequeño. Los avances en la aeronáutica permitieron viajar a una velocidad mayor que el sonido, e incluso traspasar los límites de la tierra. La energía nuclear también ha cambiado el mundo en forma irreversible. Y el uso cada vez más extensivo de ordenadores, que han multiplicado de forma inimaginable la capacidad de procesar información, ha originado a su vez una revolución informática.
También el trabajo se ha transformado radicalmente. Si en las sociedades agrarias la mayoría de las personas trabajaban en el campo o en sus casas, en la sociedad industrial la mayoría de las personas comenzó a trabajar por cuenta ajena y en fábricas, instaladas en las proximidades de las fuentes de energía. Con ello perdieron importancia los vínculos de parentesco, los valores tradicionales, las creencias y las costumbres propias del mundo rural.
La industrialización creó sociedades enormemente prósperas. Si bien al principio las condiciones sanitarias en las ciudades y núcleos industriales de Europa y Norteamérica eran bastante malas, las nuevas tecnologías y conocimientos médicos y la mejora del nivel de vida de la población provocaron un descenso notable en la incidencia de enfermedades infecciosas. Aumento así la esperanza de vida y, con ello, el tamaño de la población. La industrialización produjo también fuertes movimientos migratorios del campo a la ciudad, donde se concentraban las fábricas. Así, mientras que en las sociedades agrarias sólo una de cada diez personas vivía en la ciudad, en las sociedades industriales tres de cada cuatro personas viven en centros urbanos.
El nivel de especialización ocupacional, que como hemos visto ha ido aumentando gradualmente en el transcurso del tiempo, ha alcanzado su máximo nivel en la sociedad industrial. En las sociedades industriales, el prestigio de una persona depende de su ocupación o profesión, y no de su pertenencia a un clan, una familia o una red clientelística, como ocurría en las sociedades agrarias. La movilidad geográfica y laboral genera a su vez una mayor conciencia de individualidad y, con ello, una mayor diversidad cultural.
La industrialización ha transformado también la institución familiar. El papel de la familia como agente de socialización (esto es, como lugar donde se trasmiten conocimientos, valores y creencias de generación a generación) se ha visto bastante erosionado. También, las familias han dejado de ser unidades de producción para ser unidades de consumo. Además el cambio tecnológico está produciendo la aparición de nuevos modelos de familia monoparentales, las uniones de homosexuales, etc.
En los inicios de la industrialización sólo un reducido número de personas pudo rentabilizar y beneficiarse de los avances tecnológicos, viviendo la mayoría de la población en condiciones de pobreza. Con el tiempo, sin embargo, toda la población pudo beneficiarse del aumento de los recursos que produjo la Revolución Industrial. Ciertamente, la pobreza sigue siendo un problema importante en las sociedades industriales, pese al mejoramiento del nivel de vida de muchas personas.
Mientras que en las sociedades agrarias la mayoría de la población es analfabeta, las sociedades industriales dedican una parte importante de sus recursos a la educación de sus miembros, que tienen, además, una serie de derechos políticos, que antes no poseían.

Sociedades posindustriales
Muchas sociedades industriales están entrando en una nueva fase de desarrollo tecnológico. Nuevas tecnologías están orientando la economía a la producción y transmisión de información y conocimientos y, así, transformando de nuevo las sociedades. Si las sociedades industriales se caracterizaban por sus fábricas y maquinarias, que sirven para la producción de bienes a gran escala, las sociedades posindustriales son sociedades caracterizadas por el uso extensivo de las tecnologías que sirven para procesar, almacenar, transmitir información y conocimientos.
En estas sociedades ha disminuido el número de trabajadores que requerían dominar habilidades Mecánicas y aumenta el número de personas que procesan información (Trabajadores de oficina, ejecutivos, científicos, profesores, relaciones públicas, etc.).