El planeta de los loros
Heriberto Fiorillo
El Espectador – mayo 21 de 2012
Hace años rechazamos el comunismo porque, entre otras
calamidades, amenazaba con uniformarnos. Estábamos convencidos de que los
humanos no éramos iguales sino distintos y que nos identificábamos más por
nuestras diferencias que por nuestras similitudes.
Pero ahora los monopolios del capitalismo atentan contra la
diversidad biológica y cultural del planeta.
Un tratado de libre comercio no supone solo un intercambio de
mercancías, ni un acuerdo de competencias por los mercados y los recursos.
También implica un toma y dame de carácter cultural, de formas de ser y de
hacer, de perspectivas de vida.
Cada comunidad aprende de la otra. De su conocimiento y su
concepción del mundo. La más fuerte deja casi siempre una huella mayor, y la
más débil deberá protegerse. En Barranquilla, por ejemplo, los conglomerados
norteamericanos tienen ya la mitad del mercado conquistado. Desde hace tiempo,
buena parte de los nombres de edificios y almacenes son en inglés, porque la
élite de la ciudad ha contemplado siempre a Miami como su gran paradigma
urbano.
En la globalización (¿o bobalización?), la gente de todas partes
se viste de la misma forma, come las mismas cosas, ve los mismos programas de
TV, las mismas películas y escucha las mismas canciones.
El siglo XXI es el de las comunicaciones porque buena parte de
la rebatiña es por ellas. De acuerdo con cifras del 2010, solo seis grandes
consorcios mediáticos (General Electric, Disney, News Corp., Viacom, Time
Warner y CBS) y 232 ejecutivos suyos controlan el 90 por ciento de todo lo que
se ve y escucha en los Estados Unidos.
En 1983, ese mismo 90 por ciento de las comunicaciones era
controlado por 50 compañías. Hoy, GE es dueña de Comcast, NBC, Universal
Pictures, Focus Features. La NBC controla una de cada 5 horas de televisión y
tiene el monopolio de 11 grandes mercados norteamericanos, como los de Nueva
York y Chicago.
La News Corp manda en Fox, Wall Street Journal, New York Post y
es dueña de los periódicos más leídos en tres continentes: el Wall Street
Journal, el Sun y The Australian. De Disney es Abc, Espn, Pixar, Miramar,
Marvel Studios. Viacom tiene a MTV, Nick Jr, Bet, CMT, Paramount Pictures. Y
así...
El modelo oligopólico de información es reproducido hoy en buena
parte del mundo. Cada vez son menos las empresas que controlan las
comunicaciones masivas, influyen en la llamada psique colectiva y están casi
siempre vinculadas todas, de manera indisoluble, a los poderes de turno.
En contradicción con la rica biodiversidad del planeta, esa
información pasteurizada invade nuestro espacio público y privado, trastorna
nuestra cultura y se convierte en una especie de medio ambiente, una ola masiva
que se siembra en nuestras mentes, reprogramando conductas y formas de vivir.
Eso uniforma los gustos y las preferencias de muchas personas en el mundo. Y
como dijera Jean Baudrillard: "El infierno es la repetición de lo
mismo".
Los monopolios andan sueltos y el Estado ha adoptado su psiquis.
Como el doctor Jekyll y el señor Hyde, cada senador es también un empresario
privado. La Comisión Federal de Comunicaciones norteamericana (FCC) resulta de
dudosa validez como organismo regulador a favor del pluralismo. En 1995, La FCC
prohibía que una compañía controlase más de 40 estaciones de radio. Hoy, Clear
Channel posee 1.200.
Grave es que todos los medios del mundo tiendan a tener la misma
perspectiva, diciendo lo mismo. Grave que los Estados faciliten y protejan a
los oligopolios. Y muy grave que los receptores del planeta acepten tanta
información homogeneizada, la adquieran sin chistar y la repitan como loros.
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