Jóvenes: ¿sin salida laboral? (I)
Rafael Orduz
LA CALIDAD DE VIDA DE UNA SOCIEdad
como la colombiana depende de la inteligencia y el interés con los que ella
gestione la formación y las oportunidades laborales de los jóvenes.
Colombia, el país
de la confianza inversionista, de las altas tasas de crecimiento económico,
que recibe buenas notas de parte de agencias tipo Moody´s, pierde el año
y la década en la creación de empleo para los jóvenes. Dado que las
perspectivas de crecimiento en los años por venir no son halagüeñas, si no hay
cambios de fondo en la materia, la situación será más desastrosa aún.
De manera periódica el DANE lo
ilustra: en cifras redondas, la tasa de desempleo es del 10% (en ciudades como
Armenia y Quibdó asciende al 17%). La asociada a los jóvenes (aquellos entre 14
y 28 años), promedio nacional, es superior al 16%. La tasa de desempleo
de la mujeres jóvenes es de infamia: 22%.
La población económicamente activa
(las personas con empleo, o buscándolo) es de unos 24.4 millones de personas.
De ellos, ocho millones son jóvenes, de los que cerca de 1,3 millones están
desempleados. Lo anterior, sin entrar a hurgar en el tenebroso subempleo; basta
decir que en la categoría de “ocupados” se incluyen aquellas personas que
trabajaron al menos una hora en la semana de referencia. ¿Cuántos millones de
jóvenes están subempleados?
Vale la pena preguntarse qué tipo de
empleo se desea para los jóvenes. Para que las cifras mejoren no basta el viejo
prospecto de la rusa y las obras públicas. La creación de riqueza y prosperidad
en las sociedades contemporáneas (incluidos, por supuesto, aquellos países del
club al que Colombia aspira pertenecer, la OECD) se basa en el conocimiento.
Sin embargo, ¿son la educación que reciben los jóvenes y la estructura
productiva las apropiadas para los tiempos actuales?
Centenares de miles de familias
envían a sus jóvenes a las instituciones de educación superior que cuentan hoy
con, más o menos, dos millones de estudiantes (el doble de comienzos de
siglo). 200 mil se gradúan anualmente. ¿Y?
Toda suerte de títulos en la más
amplia variedad de calidades son adquiridos por jóvenes profesionales,
tecnólogos y técnicos que enfrentan dos posibilidades: primero, los que
encuentran empleo (según el Observatorio laboral del MEN, un profesional
universitario de pregrado se engancha con $ 1.6 millones al mes y los técnicos
y tecnólogos con $ 1 millón) y, segundo, aquellos que entran a la
informalidad (20% de los graduados, según el MEN). El reciente paro de
maestros permitió ilustrar a la sociedad acerca de los bajos salarios de los
educadores, una situación documentada hace mucho tiempo; el cuento es tan agudo
que la discusión sobre la calidad pasó a segundo plano, lamentablemente.
Frustración, rebusque, dosis de delincuencia urbana, en fin, desperdicio
del mejor capital humano, los jóvenes, son algunas de las señales que emite un
modelo económico que no está diseñado para crear empleo calificado para los
jóvenes.
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